Alberto Ayala-El Correo
- Muchos sostienen que a la política hay que llegar llorado, preparado para resistir todo. No lo comparto
Entiendo a la persona. Al Pedro Sánchez, marido de Begoña Gómez. Entiendo que interiormente haya podido quebrar por las acusaciones contra su pareja, corolario de la política inmisericorde de tierra quemada que viene desarrollando el PP de Feijóo. Pero, lo siento, no entiendo al político. Un presidente del Gobierno no puede autoconcederse un paréntesis de cuatro días y medio para reflexionar si sigue en el cargo.
Muchos sostienen que a la política hay que llegar llorado, preparado para resistir todo. Por cierto, como al ejercicio del periodismo político. No lo comparto. Como no comparto que se intente llamar periodismo a estar dispuesto a transmitir cualquier mentira que beneficie a quien financia el medio que me paga, como cada vez es más frecuente.
La política es un servicio público, no el estercolero inmundo actual. Nada extraño que grandes y pequeños partidos hayan rellenado los escaños de que disponen en los parlamentos de mediocres obligados a aplaudir al jefe para que te siga poniendo en las listas y tener de qué comer. Repasen biografías y comprobarán la abundancia de este subgénero, y lo extraño que resulta ver a buenos profesionales entre quienes tienen la misión nada menos que de decidir sobre nuestras vidas, a diferencia de lo que ocurría hace cuarenta años en Madrid y en Euskadi.
A partir de aquí, ¿el movimiento de Sánchez es otro triple salto mortal del rey de la resistencia? ¿Teme que el castillo de poder que ha construido a base de mentiras y cesiones a los nacionalistas para sobrevivir en La Moncloa se derrumbe tras las catalanes por el flanco del huido Puigdemont y ha decidido adelantarse a los acontecimientos? O, ¿supone -sabe- que las investigaciones judiciales en curso o las averiguaciones de las escuchas a su móvil con el sistema Pegasus podrían poner en riesgo su futuro y/o el de su pareja?
No tengo la respuesta. No lo tengo tan claro como Feijóo, que ayer tildó la decisión de Sánchez de ‘espectáculo’, ‘frivolidad’ y ‘operación de supervivencia política’ para ‘bochorno internacional’ de España. Eso sí, si todo está tan claro no me explico por qué Moncloa no ha salido en rueda de prensa a desmentir las insinuaciones contra Begoña Gómez y otros familiares de Sánchez embarrados por el equipo de Feijóo. El líder se cuida muy mucho de mancharse las manos con tales imputaciones.
La Fiscalía pidió ayer el archivo de la denuncia del pseudosindicato de ultraderecha Manos Limpias contra Begoña Gómez. Una denuncia que se basa en recortes de algunos de esos medios madrileños alineados en el antisanchismo, y que el propio sindicato ha admitido que pueden contar falsedades. Inaudito. Como para no estar cada vez más persuadido del uso político de la toga que hacen algunos jueces conservadores.
Tengo la impresión de que Sánchez tenía decidido arrojar la toalla y que ha abierto el actual período de reflexión a petición de los suyos. El presidente debe decidir ya si se somete a una improbable cuestión de confianza. Si intenta ceder el cargo a un compañero-a, algo difícil por su hiperliderazgo. O si confirma su adiós y vamos a elecciones en julio. Cualquiera que sea la decisión del presidente le dejará un poco más tocado.