ETA no ha perdido su capacidad de tomar la última decisión por una rebelión de los políticos de su entorno. Ha sido el acoso policial a la cúpula etarra –copada por dirigentes con el estigma de la provisionalidad– la que le ha dejado sin líderes reconocidos. La situación actual era impensable cuando el ‘aparato político’ lo dirigían ‘Ternera’, ‘Txelis’ o ‘Antza’.
Lo nuevo de la situación de la izquierda abertzale no son las cabriolas lingüísticas que son capaces de hacer los dirigentes de Batasuna para definir su postura frente al terrorismo. Menos la palabra condena, están dispuestos a emplear el resto del diccionario, especialmente si con esos conceptos pueden hacer toda clase de circunloquios. Pero esto no es nuevo. Desde que firmaron el pacto de legislatura para apoyar al primer Gobierno de Ibarretxe han recurrido a toda clase de juegos florales con el idioma sin que nunca haya habido una condena del terrorismo.
Lo único nuevo es la pérdida del control sobre su entorno político que ha sufrido ETA, aunque la banda no ha perdido la esperanza de volver a recuperar el bastón de mando.
La superioridad de ETA, el derecho a tener la última palabra, estaba reconocido por su entorno al atribuirle a la banda la «dirección política del proceso» o al reconocerla como la «vanguardia». Batasuna, LAB, Jarrai y demás grupos eran, como mucho, «vanguardias delegadas» que ejercían una dirección política sectorial, supeditadas siempre a ETA.
La pérdida de la capacidad de tomar la última decisión por parte de ETA no es el resultado de una rebelión de los políticos de su entorno. La única rebelión que se recuerda es la protagonizada en 1988 por la mayoría de los dirigentes de HASI y fueron depurados por ello. Para ser perdonados tuvieron que hacer voto de silencio político durante una década.
Ha sido la acción policial, el acoso sistemático a la cabeza de ETA, la que ha dejado a esta organización sin líderes reconocidos por su entorno. La situación actual hubiera sido impensable cuando el «aparato político» etarra lo dirigían ‘Josu Ternera’, ‘Txelis’ o ‘Mikel Antza’. La captura sucesiva de los jefes de la banda ha hecho que la cúpula etarra esté copada por dirigentes con el estigma de la provisionalidad, que serán detenidos antes de que hayan tenido tiempo de sumar trienios en el empleo y consolidar un mínimo ascendiente sobre los responsables de Batasuna. Estos, en cambio, son mucho más veteranos que aquellos y han tenido que lidiar -y obedecer- a demasiados jefes de ETA.
Varias operaciones policiales desarrolladas en el último año han debilitado todavía más la capacidad de control de ETA sobre su entorno. Hace un año fue detenido el presunto jefe del ‘aparato político’ de la banda, Aitor Elizarán, y desde entonces el grupo terrorista no ha sido capaz de darle la vuelta a la situación. El arresto de abogados o de miembros de EKIN ha añadido dificultades adicionales a los esfuerzos de ETA por tener instrumentos con los que controlar a Batasuna.
La actuación policial es la que ofrece a los dirigentes de Batasuna la oportunidad de poner fin a la tutela de la banda terrorista o de imponerle a ésta su propio final. Otra cosa es que quieran hacerlo y, hoy por hoy, eso está por demostrar.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 12/10/2010