IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La visita de la patronal catalana a Puigdemont indica la dirección del viento. Basta con seguir la pista del dinero

El hipócrita debate sobre la justificación del terrorismo por Bildu, menudo notición, paren las rotativas, ha opacado la ignominiosa visita de la patronal catalana a Puigdemont en su refugio del sur de Francia. Otra ‘normalización’ según el lenguaje de moda en este tiempo político en que los delincuentes y los delitos deben ser integrados en vez de perseguidos. La presunta normalidad consiste en ir a ver a un prófugo de la justicia convertido en presidenciable de una autonomía a la que quiso separar de España mediante una revuelta secesionista, y en exponerle con gran naturalidad las medidas que los empresarios consideran útiles para la economía… después de que la mayoría saliese a la carrera a residenciar sus firmas en regiones limítrofes menos conflictivas.

Pelillos a la mar. Puigdemont vuelve a ser honorable por cortesía de Sánchez, y por si también vuelve a gobernar conviene ir trasladándole propuestas, sugerencias y planes en beneficio de los intereses industriales. Si es menester ir al extranjero se va, que el asunto es lo suficientemente importante para omitir el pequeño detalle de que el candidato no puede pisar territorio español por unos problemillas con los tribunales. Total, si ya le rindió pleitesía en Bruselas toda una vicepresidenta y el PSOE negoció en Suiza el precio del rescate de la Presidencia. Si en la anterior legislatura fue costumbre que medio Gobierno y la propia cúpula de Foment del Treball –hermoso nombre– pactasen los Presupuestos con Junqueras en la cárcel donde cumplía condena. Qué más dará ahora un lado u otro de la frontera.

Los buenos empresarios son pragmáticos. Quizá por eso muchos de ellos no sólo contemplaron con simpatía el ‘procès’ sino que lo financiaron; pensaban que la cosa no llegaría hasta donde llegó y que un cierto grado de tensión controlada serviría para arrancar más privilegios al Estado, y por si acaso encendieron velas a Dios y al diablo. Luego, algunos incluso pagaron al huido –perdón, exiliado– los gastos de su residencia y estancia en Waterloo. Eso sí, con el domicilio fiscal a salvo gracias a un cambio urgente de la ley concertado con el bueno de Mariano, siempre tan obsequioso y tan falto de olfato para detectar a quienes pretendían traicionarlo.

Como lobista experto que es, habituado a tejer redes de influencias en todos los partidos, Sánchez Llibre ha intuido rápido las claves del momento político. Todo el mundo sabe que Puigdemont tiene en sus manos la legislatura, pero él conoce además los pasillos que conducen a los centros de poder decisivos. Su apuesta por el soberanismo indica la dirección del viento; basta con seguir la pista del dinero, que siempre se mueve en el rumbo correcto. Feijóo es el único que todavía no parece entenderlo cuando se empeña en acercarse a esos ‘cercles’ cuyos miembros viven de tomar el pelo a los ingenuos dispuestos a seguirles el juego