Se quejan de vicio en Cataluña quienes se lamentan de que los turistas que quieren visitar la Catedral de Barcelona y se encuentran, gracias a los fanáticos del idioma, en las indicaciones urbanas la palabra ‘Seo’ ya se sentirán perdidos en el Océano.
Un problema; sin duda, pero que, visto desde Euskadi, carece de importancia; las cosas como son. Porque aquí los inconvenientes son de otro calado. Tienen un poso de debate viciado desde hace treinta años. Lo peor es que se trata de los mismos problemas.
No se renuevan porque el entorno de ETA permanece inmóvil. Impasible ante los nuevos tiempos. Tanto es así que ni sus amigos del brazo político de la retirada IRA le siguen ya la corriente. Por eso, los turistas que quieren tumbarse al sol de la Concha se encuentran con una manifestación de familiares de presos con pancartas desfilando al lado de su bronceador y su toalla que les recuerdan que aquí se sufre, incluso los días de sol. Quienes se dan una vuelta cultural por el Museo Guggenheim de Bilbao se topan, ya, con una semana de antelación, con la consabida pelea de las banderas que, de antigua y persistente, puede provocar más de un catarro de aburrimiento. «Todas las banderas todos los días» reclama la oposición del PP al alcalde Azkuna, que enseña la bandera constitucional el Día Grande de las fiestas durante unos minutos, con la puntita y sin que se note, mientras hace su particular declaración de principios de todos los veranos: que él pasa de banderitas.
Pero la izquierda abertzale persiste. Con todo lo que pueda: con banderas, homenajes, autodeterminación y proceso. Navarra, de momento, tendrá que esperar. Y de tanto insistir, consigue pequeñas conquistas incluso en sus peores momentos. El homenaje del otro día en memoria del fallecido recaudador de ETA, ‘PeloPintxo’ al final se celebró, tal como habían previsto los conocedores del ambiente. No como la habían diseñado sus promotores, desde luego, pero la concentración ahí queda. Para el recuento de sus batallitas mientras la Ertzaintza, con su autoridad puesta en cuestión, incómoda ante la situación que tiene que afrontar con los activistas, locos por incordiar, especialmente en fiestas.
El terrorismo callejero de las últimas horas, con el destrozo de siete cajeros bancarios, el Juzgado de Paz de Amorebieta, un batzoki de San Sebastián, un coche del ayuntamiento de Vitoria y el sabotaje del tren de Tudela a Pamplona, no permite ni a los más optimistas del Gobierno decir que aquí no pasa nada. Es el cuento de cada verano. Siguen sacando pecho. Dirigentes de la ilegalizada Batasuna y portavoces de ANV juntos y revueltos, han convocado otra manifestación. Y el veterano Erkizia, que cada verano, en agosto, recupera su momento de gloria, aclara que se manifestarán a favor «de un proceso de paz que no está roto». Una declaración inquietante. No parece que el Gobierno la vaya a desmentir.
TONIA ETXARRI, El Correo, 15/8/2007