EL PAÍS, 2/2/12
El ‘lehendakari’ ensalza la labor de la Ertzaintza en su trigésimo aniversario
El lehendakari, Patxi López, demostró ayer que su discurso de exigencia para construir un relato democrático sobre lo que ha supuesto ETA no ha variado un ápice pese a las críticas recibidas desde algunos sectores tras su respaldo al acercamiento de presos de la banda. Sin mencionar ayer esta cuestión, López aprovechó la celebración en la Academia de Arkaute del trigésimo aniversario de la Ertzaintza para apelar a la construcción de esa memoria sobre lo ocurrido con el objetivo de que jamás regrese la barbarie del terrorismo.
“No permitiremos que la historia se reescriba, ni que se diluya la responsabilidad de los asesinos, porque estaríamos entonces cometiendo una doble traición: a quienes dieron la vida por defendernos y a la propia sociedad vasca”, recalcó, ante un auditorio que, salvo UPyD y la izquierda abertzale, representaba a todo el arco político vasco.
López se afanó en delimitar de nuevo el camino marcado en los últimos meses. Así, aunque celebró el final del terrorismo, recordó que ha exigido “muchas lágrimas derramadas y vidas arrebatadas por los totalitarios”. Por ello se negó a que, pese al cese de ETA y la apuesta de la antigua Batasuna por las vías democráticas, el nuevo tiempo se construya en Euskadi sobre el olvido. “Se lo debemos a las víctimas y al conjunto de la ciudadanía, porque solo con el recuerdo de lo ocurrido podremos construir una sociedad con valores éticos”, consideró.
El discurso del lehendakari cerró una jornada que conmemoró una doble efeméride. Al trigésimo aniversario de la Ertzaintza se sumó el simbólico apagado del pebetero que durante casi dos décadas ha recordado a los ertzainas asesinados por ETA. Su llama fue encendida el 23 de diciembre de 1993, cuatro semanas después de que la banda asesinase al sargento mayor de la policía vasca Joseba Goikoetxea. Su hijo José, agente de la última promoción del cuerpo; el exconsejero Juan María Atutxa, quien ocupaba la cartera de Interior cuando se prendió el pebetero; y el actual director de la Ertzaintza, José Antonio Varela, quien ingresó en ella hace tres décadas, se encargaron de extinguirla.
El recuerdo imperecedero de las víctimas lo aportará desde ahora el monolito que ayer mismo se inauguró a escasos metros, que detalla los nombres de los 38 agentes (16ertzainas y 22 policías locales) muertos a manos de la banda. “Queremos que los nombres de los policías asesinados queden recogidos para siempre, como testimonio del sacrificio de quienes perdieron la vida cuando defendían la libertad”, destacó el lehendakari.
López se deshizo en elogios hacia un cuerpo policial al que ha situado desde su llegada a Ajuria Enea en 2009 como estandarte de la lucha contra el terrorismo en Euskadi, y al que ayer volvió a dibujar como emblema del autogobierno. Ensalzó a sus 8.000 agentes como los guardianes de una democracia que “no es una ciudad amurallada, sino que tiene sus puertas abiertas para quien quiera incorporarse”. Fue este su único guiño a la izquierda abertzale.
Al lehendakari le precedió en el turno de intervenciones Varela, quien pronunció las palabras más emotivas. Su discurso giró en torno a la comparación de la actual Ertzaintza con aquella de 1982 que, “guiada por la ilusión”, se decidió a cruzar la puerta de un antiguo colegio abandonado para dar vida a la Academia de Arkaute. “Quién iba a pensar entonces, cuando nos recibieron con un aperitivo y nos devolvieron a casa una semana por problemas logísticos, que íbamos a disfrutar de los medios que hoy tenemos”, recordó.
Varela tuvo también palabras de agradecimiento para los agentes fallecidos y, “especialmente”, para los asesinados. “Se ha extinguido la llama del pebetero, pero no la memoria”, remarcó.
EL PAÍS, 2/2/12