El aguante tenía un límite. En dos días, Patxi López ha pasado al contraataque denunciando oscuras operaciones políticas de un nacionalismo que respira por la herida de haber perdido Ajuria Enea. El lehendakari vapuleado y puenteado ha decidido ejercer el liderazgo de una forma más explícita y vehemente.
Se acabó. Fin de la primera parte de la legislatura de Patxi López en la que el lehendakari había elegido la senda de la discreción -confundida a veces con la falta de reacción-, de la reserva – utilizada para acusarle de poca iniciativa- y de la prudencia -aprovechada por la oposición nacionalista para acusarle de ausencia de liderazgo-. El aguante tenía un límite. En dos días ha pasado al contraataque denunciando oscuras operaciones políticas de un nacionalismo que respira por la herida de haber perdido Ajuria Enea en la pugna democrática. Y el lehendakari vapuleado y puenteado ha decidido ejercer el liderazgo de una forma más explícita y vehemente.
Al cabo de unos meses de aplicación del método del apaciguamiento, moviéndose en el alambre en el que le había dejado Zapatero, ha decidido cambiar de táctica. Sobre todo para decirle al PNV que pierda toda esperanza de que va a conseguir su cabeza, ni su Gobierno, ni siquiera el desánimo de la militancia socialista. Ahora que los nacionalistas le daban ya por amortizado, el lehendakari se ha crecido en el castigo. Ahora que muchos observadores daban por hecho que los lazos entre PSOE y PNV podrían llegar mucho más allá del beso que no se dieron Zapatero y Erkoreka, el lehendakari ha dicho que se acabó su paciencia. Y los suyos llevan, por eso, unos días reconfortados. Porque en el Parlamento vasco denunció las maniobras de «boicot» a EiTB por parte del PNV, y porque el pasado sábado, en el acto de proclamación de los candidatos municipales, inyectó a los suyos una dosis de entusiasmo cuando, después de denunciar los intentos del PNV de monopolizar un país que cree que le pertenece en exclusiva, proclamó sus intenciones de seguir extendiendo el cambio a los ayuntamientos y diputaciones.
Y lo hizo con una sentencia que no admitía matices: «esto se ha acabado». O lo que es lo mismo: no piensa tirar la toalla. Con la misma convicción con la que se dirigió a los micrófonos en la noche electoral de marzo de 2009 para decir que no renunciaba a presentar su candidatura para formar Gobierno. Entonces, al PNV le pareció una temeridad. Pero quien está ahora en Ajuria Enea es Patxi López. Con la misma legitimidad que le dio al PNV el pacto postelectoral para presidir la Diputación de Álava en donde resultó ser la tercera fuerza electoral.
El acto del sábado en Vitoria supuso un golpe de efecto que le ha hecho reaccionar a la propia militancia socialista que empezaba a afrontar con cierta impotencia las consecuencias del pacto presupuestario de Zapatero con el PNV en Madrid y que se preguntaba por qué no se reaccionaba ante la idea tan propagada por los nacionalistas de que son ellos quienes mandan en Euskadi desde el timón de Sabin Etxea. De momento, después de la ayuda del PNV a Zapatero, no hay nada escrito sobre futuras alianzas. Lo que hay está firmado, aunque no todo se haya contado. A partir de ahora se pueden confundir los deseos con la realidad. El vicepresidente y ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, al ser interpelado por un periodista sobre si no habían pensado en cambiar de socio en el País Vasco y sustituir al PP por el PNV, no pudo ser más claro: «No gracias, estamos bien así».
Urkullu hacía gala, la pasada semana en los foros de Madrid, del respeto de su partido a las instituciones ante el pasmo de algunos de los presentes en su conferencia, que se quedaron con la duda. ¿Cómo se puede presumir de respeto institucional cuando el PNV está desprestigiando las actuales instituciones vascas en donde no gobiernan los suyos? La historia de los últimos dos años, en versión nacionalista, tiene unos tintes sobrecogedores. No importa que los indicadores económicos vayan algo mejor que en el resto de España. Porque en Euskadi, desde que no gobierna el PNV, no funciona nada. Eso dicen en los batzokis. Ese es el lema. Ni la Sanidad, ni la televisión, ni la promoción del euskera, ni el tiempo… que hace que no están en Ajuria Enea.
Son puestas de escena muy medidas en tiempo electoral aunque, claro está, todos niegan intereses por el poder. Andoni Ortuzar, desde el PNV de Vizcaya, acostumbrado a que los objetivos de sus dardos (tan finos, por otra parte, con expresiones como «cortar la cabeza», el «lazo» se lo pone Basagoiti o «sacar la navaja») hayan levantado muy poco la voz, no oculta ahora su contrariedad por la reacción del lehendakari. Un cambio de estrategia que, a juzgar por muchos de los suyos, estaba tardando en llegar .
El lehendakari «estaba poniendo la otra mejilla y en lugar de servir para calmar el ambiente estaba consintiendo que le cuestionaran la legitimidad de su cargo», se quejan interlocutores socialistas. Un gesto contundente contra el PNV que quizás necesite ir acompañado de un «plante» a Zapatero.
A Patxi López, mientras comprueba el comportamiento electoral en las municipales y las legislativas, no le hará falta provocar una crisis de gobierno similar a la ideada por Zapatero porque en Euskadi, a diferencia del Congreso de los Diputados, los socialistas tienen la mayoría parlamentaria asegurada. Y el PP, a pesar de los empujones, no piensa mover su respaldo a este Gobierno. Lo acaba de explicar Antonio Basagoiti en su ‘blog’ recién estrenado, en donde se permite comparar su lealtad hacia el Gobierno de Patxi López con la de Zapatero. Una comparación fácil de hacer. De la prueba sale ganador el PP. Vasco, se entiende.
Tonia Etxarri, EL CORREO,22/11/2010