López y Basagoiti intentan acorralar a Urkullu, que evita el cuerpo a cuerpo

EL CORREO, 18/10/12

Los candidatos protagonizaron un debate más animado de lo previsto, dominado por la crisis económica y la independencia

Si Iñigo Urkullu tuviera la ocurrencia de apuntar en su célebre cuaderno los principales argumentos de sus rivales electorales en el debate emitido anoche en ETB-2, no le quedaría más remedio que subrayar las dos preguntas que machaconamente le lanzaron Antonio Basagoiti y Patxi López: si el nuevo estatus político que propone para Euskadi desemboca en la independencia y «de dónde piensa recortar» los mil millones en los que ha estimado necesario disminuir el Presupuesto para 2013. Ambas cuestiones quedaron sin respuesta y merecieron como mucho una media sonrisa del aludido. Urkullu prefirió salir por la tangente y desgranar minuciosamente los mensajes que lanza en los mítines: que busca hacer de Euskadi una nación en Europa por la vía del acuerdo y que la Sanidad, la Educación, las prestaciones sociales y las pensiones serán las líneas rojas de un Gobierno que él encabece. Sin más precisiones. «Que nadie tenga miedo, tenemos los pies en el suelo». Y nada más.

GORKA MANEIRO
Cara- Lenguaje claro y comprensible
Cruz- Ceño fruncido y gesto siempre serio. Reiterativo con la reforma del entramado institucional
LAURA MINTEGI
Cara- Imagen amable, sin perder la sonrisa
Cruz- Se fue apagando a medida que avanzó el debate. Mal manejo de los datos
PATXI LÓPEZ
Cara- Suelto, con dominio de la situación
Cruz- Negaba con la cabeza como un tic las acusaciones de recorte que le lanzó Mintegi
IÑIGO URKULLU
Cara- No metió la pata, pese a la presión
Cruz- Incómodo. Mirada hacia abajo, demasiado pendiente de la chuleta del atril
ANTONIO BASAGOITI
Cara- Rompió las rigideces del debate
Cruz- Demasiado insistente con la independencia, en vez de centrarse en sus propuestas
JOSÉ NAVAS
Cara- Dialéctica sosegada
Cruz- Demasiado plano y poco incisivo con el resto de opciones de izquierda

De hecho, el debate respondió, a grandes rasgos, al guión esperado. Los candidatos del PSE y PP -menos favorecidos por unas encuestas que vaticinan un considerable desplome de las opciones no abertzales- salieron al ataque y al desgaste del adversario que ven como probable lehendakari: Iñigo Urkullu. Se pusieron además en valor frente a la candidata de EH Bildu, Laura Mintegi, que aún no ha hecho una revisión crítica del pasado ni ha condenado el terrorismo de ETA.

El aspirante del PNV, en cambio, se limitó a no arriesgar nada en absoluto y a hablar de ‘su libro’. Con calma. Empezando muchas de sus frases con la expresión «nuestro compromiso es…». Ganador claro de las elecciones según todos los sondeos, a Urkullu le bastaba con no cometer errores de bulto y no lo hizo. A cambio, transmitió una imagen plana y poco espontánea, echó demasiadas ojeadas a sus papeles y evitó el que se supone elemento central de todo debate, el cuerpo a cuerpo con sus interlocutores.

El formato pactado, además, permitía por primera vez este tipo de confrontación. Por eso, el debate resultó algo menos encorsetado y más animado de lo que cabía esperar. Los seis candidatos participantes -Gorka Maneiro (UPyD) y José Navas (EB) se sumaron a última hora por decisión de la Junta Electoral Central- disponían de doce minutos al término de cada uno de los cuatro bloques temáticos para interpelarse mutuamente. Y lo hicieron. Sobre todo López y Basagoiti, que trataron en todo momento de poner contra las cuerdas a Urkullu, pero apenas se torpedearon entre ellos salvo por alguna fugaz alusión a la «tijera» de los recortes por parte del líder socialista. Es más, Basagoiti, quizá por los tiempos de socios preferentes, le «regaló» jocosamente un segundo sobrante al lehendakari.

«Pactos lisérgicos»

Laura Mintegi fue interrogada por casi todos, tuvo que escuchar cómo Basagoiti le recordaba que era candidata europea de HB cuando ETA cometió la matanza de Hipercor, pero apenas se inmutó. Hasta se jactó de no interrumpir a sus rivales «porque soy educada». Quiso ajustarse a su discurso amable y muy de izquierdas, incluso feminista, hablar del paro juvenil o de las desigualdades en el reparto de la riqueza, pero acabó algo desdibujada frente a la discusión a tres que López y Basagoiti intentaron entablar con el presidente del PNV. Tanto fue así que la profesora y escritora quiso ridiculizar la «’mise en escéne’» de sus rivales. «Pero si yo sé que ustedes dos (PNV y PSE) tienen cerrado un pacto de gobierno y se han repartido las consejerías. Lo sé y pronto lo sabremos todos». Nadie le entró al trapo. «No voy a dedicar ni un segundo a ensoñaciones iluminadas de pactos lisérgicos», zanjó López, muy suelto.

De hecho, no se salió de su papel de lehendakari y se dedicó a ensalzar su gestión con abundancia de datos. Se mantuvo firme en su discurso anti-recortes y no logró que Urkullu le dijera «a quién va a pedir los sacrificios, a qué estudiante le va a quitar la beca para ir a la universidad». Hasta le hizo al PNV la cuenta de la vieja. Si las pensiones en Euskadi suponen un déficit de 937 millones -un dato que también aireó Basagoiti- y Urkullu reclama la gestión de la Seguridad Social, si habla de recortar mil millones y prevé reservar un fondo para ayudar a las pequeñas empresas, es «imposible» no meter la tijera en Sanidad y Educación, dijo el socialista.

Basagoiti dedicó todo su discurso a alertar contra las consecuencias funestas que tendría para Euskadi seguir el camino de Artur Mas y a recordar, con gráficos y extractos del programa electoral y de la ponencia política del PNV -que no se veían demasiado bien en pantalla-, dos ideas: que una Euskadi «fuera del euro» no podría sostener a sus mayores y que el PNV persigue la independencia como objetivo final aunque intente «ocultarlo». Y lo hizo aún a riesgo de obviar sus propias propuestas -deslizó solo al final la necesidad de poner coto al fraude en las ayudas sociales-. Maneiro, por su parte, reiteró en una decena de ocasiones la necesidad de reformar el «disparatado» entramado institucional vasco y Navas apenas atacó al resto de opciones de izquierda.

EL CORREO, 18/10/12