OK DIARIO 18/01/17
GORKA MANEIRO
El pasado domingo Patxi López anunció finalmente su intención de presentarse a las primarias de mayo para ser el secretario general del PSOE —y por qué no se presenta Javier Fernández, me pregunto ingenuo—. De este modo, el exlehendakari se adelanta a Pedro Sánchez, cada vez con menos fuerza y seguramente con menos opciones de volver a ser el líder socialista, toda vez que el tiempo irremediablemente avanza y los escuderos fieles de hace nada apenas son simples compañeros de partido. Antiguos apoyos de Sánchez, como Idoia Mendia y otros bastantes, abrazarán sin duda la candidatura de López, quien, al parecer, fue uno de los que aconsejó a Sánchez abstenerse ante Rajoy y dejar el acta de diputado si no estaba de acuerdo. Ayer, en el inicio de su propia campaña electoral, Patxi afirmó que abstenerse ante Rajoy había sido un error. Quizás sea demasiado pedirle que deje su escaño…
A Patxi López lo conozco bastante bien en lo político: coincidí con él en el Parlamento Vasco, de 2009 a finales de 2012. Él, lehendakari, también con mi voto; servidor, primero parlamentario inexperto y después azote del gobierno socialista que, de la mano del PP, apenas quiso impulsar ningún cambio de los que eran indispensables en el País Vasco, optando por confundirse con el paisaje nacionalista y tirando por la borda una oportunidad única para demostrar que el constitucionalismo también podía gobernar Euskadi. Recuerdo las palabras que el portavoz socialista Josean Pastor me dijo en la cafetería: “Ahora, nos disfrazamos un poco de nacionalistas y a gobernar durante 25 años”.
Durante su mandato, no hubo ni cambio en la política lingüística ni supresión de los centenares de entes, empresas públicas o fundaciones innecesarias que siguen pululando por estos lares a mayor gloria del clientelismo nacionalista. Tampoco hubo cambio alguno en la Radio Televisión Pública Vasca (EiTB). Ni mucho menos cambio en la educación, cultura o, en general, a la política nacionalista de toda la vida. Eso sí, defensa a ultranza del Concierto Económico, de las diputaciones forales y de esa idea de que los vascos debemos autogobernarnos cada vez más a espaldas de lo que ocurra en el resto de España o incluso contra ella.
Ni una reforma de calado impulsó el PSE de la mano del PP, quien dormitó durante casi cuatro años en los escaños parlamentarios hasta que, midiendo los tiempos y por simples intereses electorales, decidió romper con López en el tiempo de descuento. Fue peor el supuesto remedio que la enfermedad: mientras gobernaba el nacionalismo, aspirábamos a que el constitucionalismo lo hiciera cuanto antes; y cuando lo hizo, muchos pensaron: si es para esto, casi me quedo con el original.
No, Patxi López no es el líder socialista que necesita, no ya el PSOE, sino España. El socialismo español, con él de líder, ni va a recuperar la fuerza que tuvo ni, mucho menos, va a plantear las reformas y las políticas que España necesita. Porque la primera de ellas sería ofrecer un proyecto unitario al conjunto de la nación… y, sin embargo, por lo que va a optar va a ser por la disgregación, por el federalismo asimétrico y por el compadreo con los nacionalistas: es decir, por la identidad antes que por la igualdad. Y ya sabemos que es imposible defender un Estado del Bienestar que reequilibre las desigualdades de origen si se propone paralelamente la disolución o la fragmentación del Estado.
Lo diré claramente: no creo que el PSOE pueda recuperarse y ser el partido de Estado desde la socialdemocracia que España sigue echando de menos, porque el primer paso que debería dar para aspirar a ello sería romper con el PSC, responsable directo del gravísimo problema que tenemos los españoles en Cataluña y en el conjunto de España, e implantar allí la Federación Socialista de Cataluña. Y tal cosa es obvio que no va a producirse. Ni con Patxi López… ni con ninguno de los que vayan a postularse. Salvo milagro.