Ferrer Molina, EL MUNDO 05/01/13
El Rey anda en horas bajas, aun sin muletas. Al menos eso dicen los sondeos. Me da que es algo puntual, a pesar de los pesares. A mi generación, la de quienes vestíamos pantalones cortos el día que le coronaron, nos pareció entonces un tío muy alto y un poco bobalicón, quizás por sus movimientos robóticos y esa voz nasal y como metida para adentro. Las apariencias engañan. Con la llegada del destape descubrimos que era un vivales.
Anoche se dio un garbeo por la tele para festejar sus 75 palos. Fue de la mano de otro carroza como Hermida, un año mayor, que sigue arrastrando su pelo y su verbo con donosura. Fue una entrevista amable, de ésas que García llama felación. Ni rastro de los elefantes ni de los enjuagues del yerno. Una entrevista de las que permiten el guiño a la melancolía. Y Don Juan Carlos se emocionó al recordar a su padre.
Acepto que el Rey no ha tenido siempre un comportamiento ejemplar, pero no es un villano. Ni un panoli. Ha estado a la altura de las circunstancias cuando la situación lo ha requerido. No hace falta remontarse a la asonada chirigotera de Tejero. Demostró que tiene un par cuando achantó a Chávez al grito del por qué no te callas. O cuando se mantuvo firme en el Parlamento vasco ante los berridos de los batasunos. Aún se siente con fuerzas para hacerle algún favor al país.
Don Juan Carlos ha tenido una vida contradictoria. Vivió la tragedia familiar y su vida familiar ha sido una tragedia. Sufrió el exilio. Cuentan que pasó apuros económicos. Pero también pudo patronear el Bribón y se calzó las botas de esquí en Baqueira cuando el común vestía chirucas. Ha sido castizo y cosmopolita. Ha llevado el nombre de España con orgullo por todo el orbe. Se ha escapado de sus escoltas con la moto. Ha estrechado más manos que callos pisó. Ha borboneado. Ha sido un monarca cercano. Ha mirado más a su izquierda que a la derecha. Ha servido de diana a los radicales, a los ultras y a los perroflautas. A los republicanos de verdad hace tiempo que se los metió en el bolsillo. Se nos ha hecho viejo en las pesetas, pero pervive en el euro. Le han salido canas y papada. Le han metido botox en la cara y clavos en la cadera. Su discurso navideño ha perdido cuota de pantalla. Ha vivido. Seguramente cambiaría muchas cosas si pudiera volver atrás. Como cualquiera. Pero, sobre todo, hoy España sería peor sin él. Felicidades, Majestad.
Ferrer Molina, EL MUNDO 05/01/13