Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 18/11/11
Ante el 20-N, la izquierda abertzale ha desestabilizado el tablero político como en el pasado 22-M lo hizo Bildu. ¿Hasta dónde llegará su impacto? Es, sin duda, la manida pregunta que surge con asiduidad entre el resto de sus competidores, pero que sigue sin respuesta aún en la recta final de la campaña. ¿Sufrirá la coalición soberanista el efecto de que se trata de unas elecciones generales? ¿Acusará los efectos de sus primeros meses en las instituciones? Con las encuestas en la mano, aflora una conclusión inmediata: no son sus comicios, pero es cierto que salen indemnes de su medio año de gestión pública.
Amaiur no necesita de sondeos propios para sentirse con la ola a favor, que arranca a partir de la legalización de Bildu y alcanza su apogeo con el cese de la violencia de ETA. Sabedores de esta fortaleza, en su cuerpo electoral, sin embargo, se trabaja por alentar a quienes hasta ahora han mostrado su desafecto hacia el reclamo españolista de unas elecciones generales para que así no creen ningún vacío en las urnas que pueda complicarles, por ejemplo, la obtención de su primer escaño en Álava. Vaya, interiorizar con cierto pragmatismo que el consabido ámbito vasco de decisión también se jugará a partir de ahora, y quizá más que nunca, en Madrid.
En cuanto al posible desgaste de esta opción abertzale, que se identificaría sobre todo con la política de Martín Garitano en la Diputación de Gipuzkoa y de Juan Karlos Izaguirre, en el Ayuntamiento de San Sebastián, el resto de partidos entiende que «aún es pronto» para que tenga un reflejo inmediato en pérdida de votos. En realidad, el apoyo a Amaiur no va en función de la paralización de las infraestructuras o de la indefinición sobre la eliminación de las basuras. Se trata, como ya ocurrió con Bildu, de una reacción emocional, de una convicción identitaria, de la consolidación de una apuesta política con proyección de futuro. Y ahí la crisis, la educación, la sanidad o el medio ambiente, más aún con la lejana mirada de España, no son condicionantes del voto preferido para el simpatizante abertzale. Ahí radica, precisamente, el hándicap que debe sortear el resto de fuerzas políticas, a quienes el nivel de exigencia se aplica en términos sectoriales, en términos de gestión. Que se lo pregunten al PNV, que sigue lleno de inquietud por la suerte que le deparará el resultado del 20-N en Gipuzkoa y en Álava.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 18/11/11