Cristian Campos-El Español
Con la autoridad que me da haber hecho llorar al corresponsal en España de un gran diario anglosajón y cabreado como una mona al periodista del New Yorker Jon Lee Anderson, otro que vio Misión Imposible 2 y se creyó lo de las fallas sevillanas y las cantineras mejicanas en minifalda pegándole fuego al Cristo del Gran Poder, añado desde ya a la lista de yanquis peinabombillas a David Simon, creador de The Wire.
[El debate, por llamarlo de alguna manera, surgió tras un halago de Pablo Iglesias a la adaptación de David Simon del libro La conjura contra América de Philip Roth. Simon tiene pendiente una serie de televisión sobre las Brigadas Internacionales que se rumoreaba que podría ser financiada por el empresario Jaume Roures].
A veces alguien te da la columna hecha y ese fue, el pasado lunes, el presidente de la asociación Policía Siglo XXI, conocido en Twitter como Samuel.
Dice Samuel esto:
«The Wire es una obra de arte, una novela cinematográfica, que no puede bajar de nivel por lo que opine de política su creador, que como casi todos en su mundo, pertenece a un ejército de uniformidad intelectual«.
«Otra cosa es la interpretación que él haga de esa realidad, que como socialista que es, pretende adaptar a su ideología política en lugar de hacerlo al revés: poner la ideología al servicio de la realidad social».
«Lo que yo interpreto en la serie es todo lo contrario de lo que él quiere transmitir. Yo veo un ejemplo claro del fracaso de las políticas socialistas a nivel local: politización de las instituciones, despilfarro del dinero público para mantener los problemas que permitan sostener los presupuestos, la política social para enmascarar el fracaso del buenismo y la creación de guetos, etcétera».
«Probablemente, Simon viva en uno de los mejores barrios de Baltimore. Obviamente, si le escuchas hablar de historia de España, a los cinco minutos sabes que se ha tragado toda la propaganda para adolescentes de primero de universidad«.
«Pero para conocer nuestra Guerra Civil no necesitamos a Simon, tenemos a Chaves Nogales, al que quizá debería de leer. Ya no te digo nada si se pone a hablar de Cataluña».
«David Simon es un genio en lo suyo, pero al igual que Maradona era un dios jugando a fútbol, si lo juzgas por sus opiniones políticas, se acaba el mito y aparece un pobre diablo mediocre«.
«La serie [The Wire] es la historia. Lo que él saca en claro no deja de ser el empeño de todas las personas de izquierdas de acomodar la realidad a su ideología política, da igual las veces que haya fracasado«.
El mito de la Guerra Civil española –y ojo porque digo el mito de la Guerra Civil, no la realidad de la Guerra Civil– forma parte de la educación sentimental de muchos engañaviejas americanos que se creen socialistas, progresistas y antirracistas mientras disfrutan de las comodidades de una burbuja profesional, intelectual y personal modelada y regida por el más ortodoxo capitalismo blanco anglosajón protestante. Ese que te permite ilustrar a los españolitos sobre lo ocurrido en 1936 desde las páginas de Vanity Fair.
Ese ejercicio de travestismo personal de estos beatos a oscuras permite disfrutar de lo mejor de los dos mundos. De la utopía del socialismo en el mundo de las ideas y de los frutos financieros del capitalismo más despiadado posible, que no es el de Silicon Valley sino el del cine y la televisión yanqui, en el terreno de la realidad. Dice Nassim Taleb que no hay nada más estúpido que seguir los consejos de alguien que no se juega la piel con sus opiniones porque todo el riesgo corre de tu cuenta.
¿Pero qué esperar cuando todo tu conocimiento de la Guerra Civil se reduce a Muerte de un miliciano, de Robert Capa? Una foto que, para añadir insulto a la injuria, es muy probablemente falsa.
Decía David Simon en una entrevista en El Mundo que la Guerra Civil fue «una lucha entre autoritarismo y principios».
Pues nada: arreglao. La Guerra Civil interpretada por un niño de teta marxista. Si nos lo llegan a decir antes, igual no nos matamos los españolicos entre nosotros, que ya hay que ser burro para escoger el autoritarismo fachista cuando teníamos al alcance de la mano los impolutos principios morales de los destripaterrones del Frente Popular.
Cuánto abrazafarolas amamantó ese escarabajo de sacristía llamado Ernest Hemingway.