Martín Prieto, LA RAZÓN, 22/12/11
Resulta muy difícil imaginar al Presidente ante los escombros de la T-4, con dos ecuatorianos enterrados en sus coches como ataúdes, diciendo aquello de «es un accidente» para anunciar a continuación la ruptura de las negociaciones con ETA mientras seguía manteniéndolas en secreto, quizá porque a la postre, la nueva sangre sólo era hispanoamericana. La política y la mentira forman un yugo y en una perversión de siglos se considera incapaz al hombre público que no falta a la verdad, la tergiversa o la oculta. Tal está de postrada la credibilidad de los políticos, que la apuesta de Rajoy por la transparencia y la sinceridad es revolucionaria y puede cambiar el tinglado de la vieja farsa, los benaventinos intereses creados. El dialogo parlamentario con Amaiur finaliza la negociación con ETA hasta su disolución. Estos, que se reclaman de un campo de batalla entre el País Vasco y Navarra, han mandado a Madrid lo mejor de cada casa: un miembro del Opus Dei, un jugador de la Selección Nacional de balónmano, compañero de Urdangarín, un catedrático de hidrología apellidado Antigüedad… No les debemos nada. Nosotros somos los acreedores y ellos, los morosos. El presidente Rajoy puede contar con una tradición institucional ya elaborada por un artista del doblez y la mentira como el falsamente suavísimo Rubalcaba: Zapatero negoció con ETA antes de llegar al poder y ahora Eguiguren continuará sus contactos con la banda sin tener que informar al Gobierno. Firmar cualquier cosa con ETA es una neurosis de este PSOE. Cuando los encapuchados anunciaron graciosamente que dejaban de matar, Sonsoles y Elena Salgado le dieron una sorpresa a Zapatero con aplausos, flores y lágrimas en el Consejo de Ministros. No es que sean muy cursis (que lo son); es que pagan lo que les pidan por ponerse la medalla del fin de ETA. El presidente no negocia; la oposición sí.
Martín Prieto, LA RAZÓN, 22/12/11