Tras el atentado de Capbreton, ya no hay en el Gobierno quien sostenga el mito del diálogo. Pero se ha perdido tanto tiempo mientras duró el espejismo de la negociación, que ahora resulta difícil volver a ilusionar a la ciudadanía en la recuperación de la unidad. Después de tanta palabrería y gestos de distensión con el entorno de ETA, la gente espera hechos.
Con el consenso democrático hecho añicos. Así les pilló el doble atentado de ETA contra los dos guardias civiles en Capbreton. A cisco limpio entre el PP y PSOE, enfrascados en sus cálculos electorales después de haber protagonizado una legislatura tan insoportablemente bronca y confrontada que ni el propio presidente del Congreso, Manuel Marín, uno de los dimisionarios forzosos de la etapa de Zapatero, quiso pasar por alto en su último discurso en el acto de conmemoración de la Constitución. Con el ambiente creado en torno al enfrentamiento, tan cuidadosamente diseñado por los estrategas electorales, resulta difícil ahora recomponer la figura rota. Será laboriosa la reconstrucción de los trocitos esparcidos de lo que había sido, en legislaturas anteriores, la unidad democrática en la lucha contra ETA.
Ahora, después del atentado contra Fernando Trapero y Raúl Centeno, no hay en el Gobierno socialista quien sostenga el mito del diálogo; ni siquiera el ministro de Bermejo, que hace muy pocas semanas defendía todavía, en sede parlamentaria, la vigencia de la resolución del Congreso que autorizaba a negociar con la banda terrorista, para volver a intentarlo en cuanto se presentase la ocasión. Pero el atentado ha vuelto a dar una sacudida a los gobernantes de este turno. Y los mismos que aconsejaban al fiscal Conde Pumpido que aflojase el acelerador de la presión judicial sobre ETA reclaman «ahora, firmeza por encima de todas las cosas».
En fin, que se ha perdido tanto tiempo mientras duró el espejismo de la negociación, que ahora resulta difícil volver a ilusionar a la ciudadanía en la recuperación de la unidad. Tanto es así que Zapatero, después del mazazo recibido tras la última concentración unitaria por la derrota de ETA, ha reconocido que éste es un reto de largo alcance. Y como sabe que después de tanta palabrería acompañando a los gestos de distensión con el entorno de la banda, ahora la gente espera, sobre todo, hechos, insinúa que la ilegalización de ANV está más cerca.
El PP podría aprovecharse de este giro copernicano en la política antiterrorista del gobierno pero Rajoy se contiene. Podría decir, como le sugieren algunos de los dirigentes populares, que si a ANV no se le hubiera permitido acceder a las instituciones, en las pasadas elecciones municipales y forales, ahora estarían dedicados a resolver otros problemas. Pero no lo hace. Se conforma con comprobar si la intención de derrotar a ETA, por parte del Gobierno, va en serio.
De momento el ministro Rubalcaba, ofrece la imagen del éxito policial contra la banda. La moneda de la firmeza en momentos tan delicados. Con ETA en plena reactivación terrorista y en campaña electoral. Una mezcla ciertamente explosiva.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 8/12/2007