ABC 16/04/13
JUAN CARLOS GIRAUTA
En la misteriosa, secreta relación del gobierno Rajoy con el gobierno Mas destaca el papel de Margallo, que merece un monográfico de Cuarto Milenio. Aunque creo que ni el mismísimo Iker Jiménez podrá arrojar luz sobre fenómeno tan extraño como el protagonismo otorgado a un ministro de Exteriores, precisamente, en la interlocución con los separatas. Acaricia el lomo Margallo, día sí día también, a una formación desleal con la Constitución que se jacta de desacatar sentencias firmes y que, por encima de todo, aspira a sentar a un propio al lado de don José Manuel en los Consejos de Ministros de la UE, como un igual.
Además, rezando tan clarito el artículo 149 de la Constitución que el Estado tiene competencia exclusiva sobre las relaciones internacionales, asombra que el interino de la cosa se plante en Barcelona y se encuentre con Homs, presentado en su día como consejero de Presidencia y Asuntos Exteriores, si bien pronto le mutilaron la segunda alita, sólo nominalmente. Homs le ha explicado a Margallo en la tenida, o reunión discreta, las líneas maestras de la próxima normativa catalana sobre la «acción exterior» —eso que Mas llama abiertamente diplomacia catalana— y Margallo le ha expuesto a Homs, como buen homólogo, lo que ese país vecino llamado España piensa priorizar en similar ámbito. Una cosa amistosa, de buenos aliados, un entendimiento a la francoalemana o a la italobritánica, la bonita alianza hispanocatalana, o catalanohispana, de Margallo-Homs. Yo no sé para qué les pagamos el sueldo. O sí.
En este suelo extranjero que yo creía patrio, sobre las mejores moquetas de Barcelona, aprovecha Margallo para reincidir en un conocido error: tomar una larga y ambiciosa campaña secesionista de gran calado por una demanda financiera coyuntural. Creyendo acaso que va a calmar a algún desaforado, es él quien se sale de sus fueros para propugnar la asimetría. En este caso, trátase de asimetrías en los objetivos de déficit de las comunidades.