El niño de 12 años no levantó sospechas la primera vez que se adentró en el mercadillo navideño de Ludwigshafen, el pasado 26 de noviembre. Allí dejó una bolsa con un artefacto casero que no llegó a explotar. Nueve días después lo volvió a intentar, esta vez con una mochila llena de clavos y material explosivo, abandonada en un centro comercial junto al Ayuntamiento de la ciudad situada al oeste de Alemania.
Un fallo en el detonador evitó nuevamente la tragedia. El chivatazo de un transeúnte que notó algo sospechoso fue proverbial para poner sobre la pista a la policía, que detuvo al niño de origen iraquí, aunque nacido en la misma Ludwigshafen. El chaval, que fue detenido el pasado viernes y conducido a un centro de menores, había sido «fuertemente radicalizado» a través de las redes sociales por el grupo yihadista Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés), que se ha volcado en los últimos meses en la captación de los así llamados cachorros del califato (Ashbal al-Khilafa).
Toda la atención se ha centrado hasta ahora en el adoctrinamiento de los niños en los campamentos del IS. Los menores se utilizan como carne de cañón: se estima que más de 300 han muerto en acciones de guerra y atentados suicidas. Ocasionalemente participan en ejecuciones públicas y ofician incluso como verdugos en las decapitaciones o en los fusilamientos, según una serie de vídeos de propaganda difundidos este mismo año por el IS.
La mayoría de ellos son iraquíes y sirios, muchas veces huérfanos de guerra, aunque a lo largo del año ha aumentado la proporción de menores de origen yemení y marroquí. Entre ellos hay también aspirantes a yihadistas europeos: la Quilliam Foundation estima que unos 50 niños de nacionalidad británica están en manos del IS.
El IS ve en ellos no solamente la «próxima generación» de yihadistas, sino también un «arma» con la que golpear directamente objetivos en las capitales europeas, donde se ha extendido la alerta ante la posibilidad de atentados a manos de los cachorros del IS.
«Lo que hacen para adoctrinarlos y adiestrarlos para atentados suicidas es totalmente despreciable», advierte el coronel norteamericano John Dorrian, al frente de la coalición contra el IS, en declaraciones a The Independent. «Su visión apocalíptica de la sociedad se extiende allá donde ganan control: están creando un auténtico problema generacional con su ideología venenosa».
Según Dorrian, parte del adiestramiento consiste en el uso de una aplicación para que los niños se familiaricen con el uso de granadas y explosivos, y en la que son recompensados si son capaces de perpetrar ataques simulados contra edificios emblemáticos en la capitales occidentales, como el Big Ben, la torre Eiffel o la Estatua de la Libertad.
«Estamos obviamente muy preocupados por lo que están aprendiendo a través de estas aplicaciones y por la posibilidad de que los niños comentan atentados en la vida real», advierte el coronel Dorrian. La amenaza de una nueva ola de ataques de terroristas a manos de menores se hace cada vez más real: 10 adolescentes fueron detenidos en Bélgica a primeros de diciembre, acusados de planear un ataque con explosivos contra otro mercado navideño.
Las autoridades británicas han recibido órdenes de reforzar la vigilancia en los mercados navideños de todo el país y han reclamado la máxima colaboración de comerciantes y transeúntes ante la presencia de paquetes sospechosos.
La máxima vigilancia se ha extendido también a los centros comerciales y a las estaciones de transporte, tras la detención a finales de octubre de un joven de 19 años que depositó un objeto sospechoso en un vagón de metro en las inmediaciones del O2 Center de Greenwich. La alerta antiterrorista se elevó entonces al segundo máximo nivel: riesgo «severo» de atentados.
El cambio de estrategia del Estado Islámico, con el reclutamiento de yihadistas cada vez más jóvenes, ha disparado las alarmas en los otros países europeos, incluida España. El pasado mes de noviembre fueron detenidos en Ceuta tres hombres y dos mujeres, de nacionalidad española, acusados de reclutar jóvenes y niños, siguiendo las directrices del Daesh (como se conoce al IS en los países árabes).
El reclutamiento infantil es la nueva línea estratégica del IS para seguir captando adeptos en los países occidentales, dada la facilidad para convertir a los menores en «elementos terroristas convencidos». Los integrantes de las células desactivadas en noviembre y febrero de este mismo año había creado, según Interior, «una red de captación y adoctrinamiento salafista muy enraizada y activa en la ciudad de Ceuta y en comunicación permanente con los combatientes del Daesh en Siria».
Ceuta figura precisamente en cuarto lugar –tras Bruselas, Londres y Amberes– en el mapa de puntos calientes de reclutamiento del IS en las ciudades europeas, elaborado por el Centro Para Combatir el Terrorismo (CTC) de la academia militar norteamericana de West Point.