ABC 15/06/16
EDITORIAL
EL único debate a cuatro celebrado esta campaña deja dos conclusiones claras: por un lado, una enorme incertidumbre sobre los pactos que puedan cerrarse tras el 26-J; y por otro, la progresiva difuminación de Pedro Sánchez por su incapacidad para diagnosticar que el auténtico peligro para el PSOE procede de Podemos, y no del PP. Es cierto que el debate no arrojó vetos claros, pero la burbuja en la que vive cada candidato revela que poco o nada va a cambiar y que casi todo se reduce a una mera cuestión de egos y sillas. Es difícil pronosticar si el cara a cara sirvió en realidad para convencer al 30 por ciento de indecisos que calcula el CIS. Pero es poco probable, entre otros motivos porque no es cierto que haya tanto indeciso, sino un voto oculto muy acuciado en los sondeos. De cualquier modo, el debate entre la «nueva» y la «vieja» política quedó aparcado en favor del clásico eje izquierda-derecha. La pretensión de Sánchez de liderar un gobierno en el que convivan Pablo Iglesias y Albert Rivera suena a quimera irrealizable. Tanto o más que la gran coalición. ABC informaba el domingo de que el PP asume que habrá una legislatura corta presidida en minoría por Mariano Rajoy. Desde luego, el debate dejó atisbar esa opción como alternativa a unas terceras elecciones. Ninguno de los tres candidatos minoritarios se comprometió a apoyar al partido más votado y, a su vez, las discrepancias entre ellos parecen hoy insuperables. Durante el resto de campaña, Sánchez y Rivera quedan en posición más incómoda y dispersa que Rajoy e Iglesias, porque estos fueron más reconocibles en sus nichos de votantes.
El debate también reveló que la expectativa de «sorpasso» en la izquierda es factible. Mucho tendrá que reconducir su campaña el PSOE para retomar la iniciativa. Sánchez ofreció una imagen muy débil frente al falso socialdemócrata Iglesias. Si no supera a Podemos, tendrá imposible sobrevivir al frente del PSOE, y el escenario que se abra, con los socialistas en el trance de un cisma, será aún más incierto que hoy. La duda que ahora surge entre algunos socialistas es si estarían obligados a convertir a Pablo Iglesias en presidente. Lamentablemente, en el PSOE no hay un «no» homogéneo y contundente. Los síntomas de derrota prematura aumentan entre los socialistras y habrá quien opte por aupar a Iglesias a través de una coalición de gobierno con tal de no permitir que gobierne Rajoy. Más que preocupante, eso sería peligroso para España. Pero es la tesitura en que se desenvolverán las consultas del Rey tras el 26-D si PP y Ciudadanos no sumasen una mayoría necesaria para una investidura lógica y una legislatura estable. No hay luz sobre los pactos y lo más seguro es que un gobierno del PP o de Podemos dependa en exclusiva del PSOE menos racional y más confuso de la historia.