Francisco Rosell-El Debate
  • Como verbalizó el alcalde socialista de Barbate, Serafín Núñez, con llaneza del mancebo de botica que fue, cuando Juan Guerra le planteó una recalificación: «No es igual que te telefonee el hermano del vicepresidente a que lo haga otra persona»

Con la gravosa deriva delictiva del sanchismo en este septenio, el PSOE ha discurrido de los carteles electorales a los cárteles de la corrupción y otros narcóticos asido a «la banda del Peugeot», cuyos cuates han devenido en forajidos que atracan la caja y las instituciones para preservar su impunidad con figurantes como el imputado fiscal general. Al conocer las leyes por haberlas violado, como el protagonista de «El juez de la horca», Álvaro García Ortiz aspira a proclamar: «De ahora en adelante, yo seré la ley». Como el bandido del film de John Houston que, tras librarlo una joven de ser ajusticiado, se autonombra juez de pistola al cinto.

Sin duda, es lo que pretende el fiscal general si se sale con la suya. Tras borrar los mensajes comprometedores de su móvil, hogaño presenta una bufa «carta paisana» en la que un «romerales» de El País, cual ‘forgendro’ del viñetista Forges, exonera al ‘blasillo’ de Sánchez de las filtraciones que le abocan al banquillo por revelar secretos judiciales del novio de Isabel Díaz Ayuso. Aunque hace justo diez años de otra operación de igual jaez entre el grupo Prisa y la CNMV para que el dueño de la constructora Sacyr presidiera el BBVA mediante un periodista arrecogido hoy por la TVE sanchista, con sueldo de postín, la treta de García Ortiz retrotrae a cuando el felipismo, para eximirse de los crímenes de los GAL, urdió unas ilusas cartas lusas con el beneplácito del otrora fiscal general Javier Moscoso.

En aquellas misivas espurias, tres mercenarios reos en el país vecino se desdecían de sus revelaciones contra los policías Amedo y Domínguez finalmente condenados. Pronto se supo que fue suplantada la firma del director de la cárcel que certificaba la autoría de las confesiones. Luego, en 1995, el biministro Belloch —hoy superado en galones por el triministro Bolaños— reincidiría fantaseando con un ficticio ‘capitán Khan’ de la Policía de Laos para camuflar el retorno del fugitivo Roldán, el ex director de la Guardia Civil que arrambló hasta con el cepillo de sus huérfanos.

Con las cartas portuguesas de los GAL perdidas en la noche de los tiempos, aquel estraperlo judicial adquiere actualidad con García Ortiz. Claro que, como dijo El Guerra (Rafael, el torero), hay cosas que no pueden ser y además son imposibles, y el primero que debiera saberlo es un impostor que puede abrir la procesión que cierre Sánchez. Es lo que tiene, parafraseando al magistrado Manuel Marchena, en La Justicia amenazada, que un fiscal general actúe como delegado del Gobierno que persigue implacablemente los delitos del partido rival y condesciende con los atribuidos a quien lo designa. Todo suena a episodios ya vividos que hacen que, según San Agustín en su Ciudad de Dios, los reinos caigan en el bandidaje y sus malhechores se autoerijan en jueces tan sui generis como en la película de Houston que hoy es ominosa cotidianidad en España.

Si Dostoyevski inquiere en El idiota: «¿Hay algo más insolente que un hecho?», en esta era de la mentira, hay que responder que sí. Como acreditan el fiscal general y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, con sus coartadas. Si García Ortiz exhibe actas notariales de afines para exculparse, Cerdán registra a deshora preguntas sobre los túneles navarros de Belate en los que la Guardia Civil observa amaños. Acusado de cobrar mordidas del «cupo vasco», según la jerga de germanía de estos rufianes, busca aparentar normalidad tras colarse de rondón, sin cargo habilitante, en reuniones intergubernamentales para asignar 67 millones a su apadrinada Servinabar 2000 SL que, con sólo 9 empleados, concurrió a la UTE con Acciona.

Tratando de disfrazar sus tejemanejes como labor de diputado preocupado por su circunscripción, pese a tenerlo grabado otro secuaz de «la banda del Peugeot», el aizcolari Koldo García, hablando de coimas, el nada santo Cerdán procura dar gato por liebre. Como verbalizó el alcalde socialista de Barbate, Serafín Núñez, con llaneza del mancebo de botica que fue, cuando Juan Guerra le planteó una recalificación: «No es igual que te telefonee el hermano del vicepresidente a que lo haga otra persona». Menos en años en los que el «enmano» se pavoneaba de que «la gente pierde el culo por hacerle un favor a Arfonso». El sainete barbateño se recrea estos días, con el «hermanísimo» de Sánchez engrosando «Los extremeños se tocan», de Muñoz Seca, en el corral de comedias de la Diputación de Badajoz. A fin de aforarse «in extremis» en la Cámara autonómica para huir de la quema del juicio oral, una vez cerrada la instrucción, su nada Gallardo presidente, ha desatado un juego de sillas descabalando la Delegación del Gobierno y la Subdelegación pacense. El galgo va camino de reemplazar al puño y a la rosa del PSOE con Sánchez.

Cuando un todopoderoso secretario de Organización, con mando en plaza para dar y quitar sinecuras, aboga por que su recomendada se haga con una adjudicación, como Begoña Gómez con Barrabés, todos adoptan el primer tiempo de saludo. No en vano, el PSOE duplica la estructura de la mafia. Inspirada en las legiones de César, cada cártel lo comanda un capo, bajo el cual hay un «sotocoro», y debajo los «caporegime», con el capo di tutti capi, el número 1 de la banda, como tiránico dominador. Rigiendo la omertá, Sánchez no quiere con Cerdán otro Ábalos que filtre azarosos wasaps. Por eso, lo defiende en público como trató de reconciliarse con su antaño mano derecha, pero sin poner la mano en el fuego por él. No así su vicepresidenta María Jesús Montero, agradecida porque los deudos de Cerdán tenga en su nómina a su privado Vicente Fernández Guerrero, expresidente de la SEPI e imputado por una concesión minera de la Junta de Andalucía. No obstante, a la hora del «sálvese quien pueda», Montero operará con Cerdán como con su «tronco» Ábalos.

Con estas historias interconectadas, dado el carácter circular de la Historia, España asiste a un eterno retorno al peor ayer con los cárteles sanchistas arrogándose ser jueces de la situación. Entre tanto, cada día se dictan disposiciones más locas y arbitrarias como sucede, según Cicerón, cuanto se acerca el colapso de un régimen.