Editorial-El Español

La Casa Blanca ha celebrado los primeros cien días de presidencia de Donald Trump calificándolos de «increíbles». Y, en efecto, resulta difícil de creer que un presidente estadounidense haya podido parir semejante cantidad de episodios inauditos en tan poco tiempo.

Estos días frenéticos y caóticos han bastado para constatar que Trump está decidido a ejecutar un programa de gobierno mucho más ambicioso que el de su primer mandato. Porque esta vez se le añade el agravante de un marco de regreso triunfal saturado de redentorismo y sed de venganza.

No extraña por tanto la crudeza de su cruzada contra la inmigración, materializada en deportaciones masivas que no han hecho acepción de extranjeros ilegales y legales.

Y esta épica mesiánica le ha brindado igualmente la cobertura para acentuar su perfil autoritario, marginando al Poder Legislativo y entrando en colisión con el Poder Judicial, que está tratando de frenar las medidas susceptibles de ilegalidad o inconstitucionalidad.

Trump está sometiendo las costuras del Estado de derecho estadounidense a una enorme tensión, en la forma de una concentración de poder sin precedentes, de la que da buena cuenta la firma de 142 órdenes ejecutivas, más que cualquier otro presidente americano en la historia reciente.

Y la desestabilización no se ha limitado ni mucho menos al ámbito doméstico. Trump ha arrasado también con las convenciones en el plano internacional, desplegando una agresividad neoimperialista que, con la pretensión de retirar a EEUU del orden multilateral, está haciendo del mundo un lugar más inseguro. Pero esta diplomacia errática y desconcertante no ha podido resultar más infructuosa: a día de hoy, no ha conseguido cerrar ni la guerra de Ucrania ni la de Gaza.

Este vuelco geoestratégico ha ido acompañado de la reestructuración del sistema económico global, mediante una andanada de aranceles indiscriminados que desató una guerra comercial mundial y sembró el pánico entre rivales y amigos por igual. La inconsistencia de su caprichosa política arancelaria ha arrastrado a las bolsas a una situación de volatilidad y caídas que se ha saldado con el peor desempeño de los mercados en el inicio de un mandato presidencial desde 1974.

En cualquier caso, parece que el vendaval político que está representando el segundo Trump está resultando más inquietante que satisfactorio. Porque el republicano llega a sus primeros días con los niveles de aprobación más bajo de todos los presidentes desde que se hacen encuestas.

Estremece pensar que todas estas perturbaciones históricas han ocurrido en poco más de tres meses. Pero mucho más pensar que aún quedan más de 1.400 días de Trump.