Adolfo Lorente-El Correo
- El presidente del Gobierno ha sorprendido a propios y extraños con una decisión que huele a fin de ciclo o a resurrección por todo lo alto
Pedro Sánchez ha sorprendido a todos, a propios y extraños, y ha decidido sacarse su enésimo conejo de la chistera -convocar elecciones generales el 23 de julio- para intentar mantenerse en La Moncloa. ¿Será el último? Ya no hay margen de error. Una de dos. Será el último baile del secretario general del PSOE o seguirá como amo y señor de la discoteca. ¿Qué ha llevado a Sánchez a tomar una decisión de tal envergadura y, sobre todo, tan arriesgada? Aquí las cinco claves.
1 La pesadilla del 28-M
El presidente del Gobierno, muy aficionado al deporte, sabía que la noche del 28-M era demasiado proclive a sufrir el ‘síndrome ATP’. Traduzcamos. El circuito tenístico profesional está regido por un sistema de puntos que penaliza sobremanera haber sido el mejor durante una temporada. Es decir, si un tenista ha ganado Roland Garros y el Us Open un mismo año, al siguiente, cuando compita, se ve obligado a igualar los resultados de la temporada anterior para no perder puntos. Todo lo que no sea igualar, significa perder. ¿Injusto? Posiblemente, pero es lo que hay.
Pasemos a la política. En 2019, el PSOE arrasó y consiguió teñir el mapa español de rojo. Se hizo con la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Extremadura, Asturias, Navarra, La Rioja, Baleares, Canarias… Por ello, todo lo que no fuera conservarlas el 28-M sería interpretado como una derrota. Así ha sido. Sólo mantiene Asturias, Castilla-La Mancha y Canarias. Además, entre una derrota y una debacle hay un trecho que ha llevado al presidente del Gobierno a mover ficha.
2 Calmar a su partido
Pedro Sánchez ha buscado lanzar un mensaje interno a los cargos de su partido asumiendo en primera persona la debacle con una convocatoria electoral en pleno verano que tiene mucho de movimiento sorpresa, pero también de estrategia a la desesperada. El 28-M, el ‘efecto Sánchez’ se ha convertido en ‘defecto Sánchez’ para irritación de muchos cargos locales y regionales que no entendían muy bien cómo Moncloa había concebido unos comicios locales como un plebiscito de su Gobierno. Verse obligado a hablar de EH Bildu en Extremadura, Valencia o La Rioja ha penalizado y mucho a la marca PSOE.
3 Que viene el lobo de Vox
Fue el mensaje central de la campaña electoral andaluza que dio la mayoría absoluta a Juanma Moreno Bonilla. El miedo a Vox, el mensaje de que viene el lobo, no asusta a casi nadie, como pudo comprobarse en aquellos comicios que regalaron al PP una victoria histórica. Pese a todo, Moncloa quiere insistir en esta idea al hacer coincidir las elecciones con la constitución de Parlamentos regionales y ayuntamientos que traerán numerosos acuerdos del partido de Alberto Núñez Feijóo con la extrema derecha liderada por Santiago Abascal. O ellos o nosotros. Todo o nada.
4 Presionar a la izquierda
Pese a la dura derrota, en el PSOE creen que el golpe tampoco ha sido para tanto y que si han perdido poder territorial se debe, sobre todo, a la división a la izquierda de los socialistas, a los líos entre Sumar y Podemos. Lo que los ideológos monclovitas buscan es que ambos espacios se pongan de acuerdo cuanto antes advirtiéndoles de que si no lo hacen, la debacle del 28-M volverá a repetirse. A día de hoy, parece poco menos que misión imposible porque Pablo Iglesias se la tiene jurada a Yolanda Díaz.
5 Sortear un infierno hasta diciembre
«El desgaste hubiera sido insoportable. En el Consejo de Ministros, en las Cortes Generales, en los medios… Golpe de timón, no quedaba otra», confiesa a este periódico un alto cargo socialistas. Dicho y hecho. Pedro Sánchez ha buscado la sorpresa e intentar pillar con el pie cambiado a casi todo el mundo. También a su partido, sabedores de que votar un 23 de julio es pegarse un tiro en el pie o quizá, en la sien. Pero ho hacer nada, quedarse de brazos cruzados hasta unas hipotéticas elecciones en diciembre, quizá hubiera sido una muerte lenta, agónica. Así que Sánchez ha decidido cortar por lo sano y jugársela a cara o cruz. Si hay que morir, lo hará matando.