- ¿A qué le tienen miedo exactamente? ¿A votar en contra del pufo catalán y que se les aparezca Santos Cerdán en alguno de los ratos libres que le deja Puigdemont?
El mes de agosto en el PSOE ha sido como los años de los perros, que nadie sabe exactamente cuánto duran. En el plazo de 30 días han hecho el ridículo con Puigdemont (deliberadamente, además, porque prefieren quedar como idiotas que como españolistas), han defendido la deportación de ilegales y han inventado un nuevo concepto: la «migración circular», una teoría según la cual un senegalés aceptaría formarse en España, pongamos que en Málaga, para una vez probado el pescaíto y la semana yolandesca de cuatro días volverse a Dakar para hacer sus cosas. No se lo cree ni el que lo pronunció.
Sin salirnos de agosto, en una sola tarde, el Gobierno vetó la OPA húngara sobre Talgo, hundió la compañía en bolsa un 9 % y Magyar Vagon anunció unas acciones legales que ayer mismo comenzaron. La excusa oficial fue que la operación supone un riesgo para la seguridad nacional, por las buenas relaciones de Orban con Putin. Y lo dijeron 20 días después de que Puigdemont (que está probado que se reunió con emisarios rusos para financiar su intentona golpista) se paseara por Barcelona sin que nadie le diese el alto. Y con Salvador Illa pidiendo en el Parlamento que por favor le amnistíen pronto, que se lo merece.
Terminó el circo esta semana con un primer conato de oposición al sanchismo y al pufo catalán (llamarlo «cupo» me resulta muy amable). El PSOE de Aragón votó en contra de la «financiación singular» (otro eufemismo barato, como lo de la «migración circular» o la «política del reencuentro») y dicen las crónicas que los afines a Sánchez salieron de la sala y decidieron no votar porque el asunto no estaba en el orden del día. ¡Ostras! Ni la amnistía estaba tampoco en vuestro programa y os la estáis comiendo entera, de qué vais. El caso es que los cobardes del PSOE aragonés, los que prefirieron marcharse antes que retratarse, son ahora aspirantes a medrar en el congreso que Sánchez ha adelantado para reformar tanto el partido como el Gobierno. Pocas veces la cobardía cotizó tan alto.
Mi pregunta es: ¿A qué le tienen miedo exactamente? ¿A votar en contra del cupo y que se les aparezca Santos Cerdán en alguno de los ratos libres que le deja Puigdemont? ¿O a votar a favor, que les tomen la matrícula en su ciudad y les digan tres verdades por la calle, como que están vendiendo España a trozos con tal de permanecer? ¿Le tienen miedo a perder el sueldo? ¿A que se esfumen las expectativas de un escaño, un escolta, una secretaría de Estado? ¿A tener que demostrar su valía fuera de la cosa pública?
Pocas cosas definen mejor a los seres humanos que sus decisiones cuando las cosas se ponen feas. Y el ejemplo que están dejando algunos es para verlo…