EL CONFIDENCIAL 21/11/16
JUAN RAMÓN RALLO
· La alcaldesa de Barcelona pretende cumplir su promesa de crear una moneda local. Algunos han querido ver una similitud con el Bitcoin, pero difícilmente hay dos divisas más opuestas
Ada Colau ha confirmado que planea cumplir con su promesa electoral de crear una moneda local para Barcelona. La excusa oficial es la de impulsar el comercio de proximidad: emitir un medio de intercambio que sólo se utilice dentro de los confines de la Ciudad Condal y que, en consecuencia, potencie el gasto entre los tenderos municipales. La forma de la divisa es todavía desconocida pero se especula que podría ser digital: esto es, un apunte contable sin materialización física. Precisamente por ello, algunos han querido ver en esta iniciativa el germen de algo así como un “Bitcoin público”: una moneda digital de titularidad estatal.
Pero el Bitcoin y los ‘colaus’ no tienen absolutamente nada que ver: lo primero es un esperanzador proyecto concebido para avanzar hacia un sistema monetario moderno y resistente frente a la manipulación y las veleidades inflacionistas del entramado político-financiero, mientras que lo segundo es un esquema cuasi-fraudulento para saltarse los límites legales al endeudamiento local. Una breve comparativa entre ambos nos servirá para aclararlo.
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Empecemos por Bitcoin. Bitcoin es una divisa de emisión descentralizada cuyo valor procede de dos fuentes: por un lado, la limitación “genética” del número máximo de unidades a 21 millones (divisibles en unidades más pequeñas), característica que pretende proteger a sus propietarios de los riesgos inflacionistas; por otro, un mecanismo de registro y de verificación descentralizada de las transacciones efectuadas por sus usuarios (cadena de bloques), lo que permite que todos ellos reconozcan mutua y públicamente cuáles son sus posiciones relativas en Bitcoins. En suma, Bitcoin es una unidad de emisión limitada y ligada a una red de usuarios que actúan como “comprobadores” de los intercambios efectuados por ellos mismos a través de esas unidades. Y por eso es valiosa: porque nadie individualmente maneja el sistema y, por tanto, nadie puede trampearlo y manipularlo a su antojo (por ejemplo, inflando inesperadamente la cantidad de Bitcoins para gastarlas en su propio provecho).
Sigamos con los ‘colaus’. A falta de conocer los detalles específicos de esta divisa municipal, sí sabemos que Barcelona En Comú ha tomado como referencia a las monedas locales de Bristol (el Bristol Pound) y de Nantes (SoNantes). En esencia, estas divisas son pagarés en libras o en euros de los respectivos consistorios: por ejemplo, un Bristol Pound es igual a una libra esterlina porque da derecho a recibir del Ayuntamiento de Bristol una libra esterlina. Por consiguiente, estas monedas locales son simple y llanamente deuda municipal a la vista y al portador. Su valor procede enteramente de que el deudor —el Ayuntamiento— sea capaz de hacer frente a ese pasivo cuando el acreedor le reclame su cobro: esto es, su valor depende de que el Ayuntamiento cuente en cada momento con suficientes libras o euros como para amortizar todos los requerimientos de conversión de esas monedas locales en libras o euros (si, adicionalmente, la moneda local también sirviera para pagar impuestos municipales, entonces podría encontrar una fuente adicional de valor en esa facultad de compensar las obligaciones tributarias).
Ada Colau ha tomado como referencia las monedas locales de Bristol y Nantes, que son simple y llanamente deuda municipal a la vista y al portador
Pero si las divisas locales son simplemente deuda municipal pagadera en euros —a saber, son un derivado financiero del euro—, ¿a qué viene tanta expectación? Un ciudadano lleva 100 euros al Ayuntamiento y le dan 100 ‘colaus’ (menos la correspondiente comisión de cambio y corretaje); un ciudadano lleva 100 ‘colaus’ al Ayuntamiento y le devuelven 100 euros (menos la correspondiente comisión de cambio y corretaje). Pura caja de conversión donde no se crea nada verdaderamente nuevo ni se aporta ningún valor añadido. ¿Para qué entonces tanta algarabía? Muy simple: Barcelona En Comú ya ha anunciado que probablemente pague una porción del salario de los funcionarios municipales y de las facturas de sus proveedores en ‘colaus’: es decir, las personas que vendan bienes o servicios al consistorio cobrarán en parte con deuda municipal.
La estrategia ya fue empleada por las provincias argentinas tras la crisis financiera y presupuestaria de 2001 y quiso ser repetida por Varoufakis en Grecia durante la crisis de 2015: el gobierno abona pagarés a sus proveedores, esto es, el gobierno fuerza a que sus proveedores le concedan crédito (le compren su deuda municipal) para así poder expandir su gasto potencial sin necesidad de subir impuestos. La operación es simétrica a que el gobierno pague a sus funcionarios o proveedores en euros y luego los obligue a comprar parte de su deuda pública.
En el caso del Ayuntamiento de Barcelona, simplemente estaremos ante una treta para saltarse la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Financiera. El consistorio intentará catalogar los ‘colaus’ como “emisión de moneda” y no como emisión de deuda, lo que le permitirá saltarse los límites financieros impuestos por Montoro: bastará con que emitan ‘colaus’ no respaldados por euros (emulando lo que algunos economistas denominan la “reserva fraccionaria” de los bancos) para así incrementar su endeudamiento real. Lejos de ser un instrumento para potenciar el comercio local, los ‘colaus’ serán una estratagema para ocultarle a Hacienda nuevas rondas de emisión de deuda pública.
En definitiva, Bitcoin y ‘colaus’ no tienen absolutamente nada que ver. Bitcoin es un activo que no es el pasivo de nadie más (es un activo real), emitido descentralizadamente, con vocación de circular de manera global y con una fuente de valor muy clara: el servicio de liquidez que proporciona a su tenedor merced a una estricta limitación de su oferta y al reconocimiento multilateral de las transacciones efectuadas. Los ‘colaus’ serán un pasivo financiero local, emitido centralizadamente por el Ayuntamiento de Barcelona y cuyo valor dependerá de la solvencia de ese consistorio para mantener la convertibilidad: pero precisamente porque los ‘colaus’ se crearán con la finalidad oculta de deteriorar esa solvencia (incrementando de tapadillo la deuda del Ayuntamiento), las bases de ese valor serán muy frágiles. Una divisa nace para empoderar al usuario; la otra para estafarlo. Difícilmente podría haber dos monedas más opuestas.