IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • La vicepresidenta segunda ha tenido esta semana sendos encontronazos con Núñez Feijóo y con Hernández de Cos

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, es uno de los mayores activos del Gobierno. Nadie dentro de él puede presentar un bagaje tan amplio de acuerdos con los agentes sociales. Yo discrepo ampliamente de su ideología comunista. Es más, no entiendo cómo a estas alturas de la historia y dados los interminables antecedentes, puede alguien pretender que sea un modelo a imitar para nosotros. Pero reconozco que tiene cuajo, es aguerrida o, si lo prefiere, osada. Esta semana ha tenido dos encontronazos vehementes dignos de comentario.

El primero lo mantuvo con Alberto Núñez Feijóo, lo cual es muy normal, máxime cuando nos adentramos en un proceso electoral que pinta fatal para sus socios de ideología y muy mal para sus socios de Gobierno. Ella se pavoneó a los cuatro vientos con los datos de empleo publicados del mes de mayo. Pasar de los 20 millones de cotizantes y rebajar los 3 millones de parados le dieron pie para alardear de las bondades de su reforma laboral. Sinceramente, puesto en su lugar, reconozco que hubiese hecho lo mismo.

Pero Núñez Feijóo, que no quiere abrir ninguna ventana para evitar que entren refuerzos para un Gobierno acorralado contra las cuerdas por sus propias alocadas aventuras, adujo también con razón que los datos son buenos porque Díaz ha cambiado el nombre de las cosas. Y allí donde antes había ERTE y temporales, ahora no hay paro porque lo dice… ¡ella!

Hay más. ¿Es coherente que haya tantos empleos más con un PIB que aumenta al 0,3%? ¿Trabajamos más para hacer lo mismo? Es decir, ¿se ha ido al carajo la productividad del país? ¿qué pasa con los casi 300.000 empleados públicos que han surgido durante la pandemia? ¿se van a consolidar de manera permanente? ¿son todos fijos ahora cuando antes eran temporales? ¿ha visado alguna autoridad independiente las necesidades que se van a cubrir con las macro-ofertas de empleo? ¿a nadie le preocupa que con casi tres millones de parados el ministro José Luis Escrivá tenga que cambiar la norma para que puedan venir extranjeros a trabajar, allí donde los nacionales no quieren hacerlo? ¿a nadie le extraña tamaña paradoja? ¿nadie se va a preocupar por revisar los apoyos sociales que concedemos, por ver si alguno de ellos desincentiva la búsqueda de un trabajo? ¿es una pregunta lógica o la típica expresión de un pensamiento retrógrado, insolidario y antisocial?

Pasar de 20 millones de cotizantes y bajar de 3 millones de parados le dieron alas para alardear de su reforma laboral

Bueno, pues en estas estábamos cuando cambió de oponente y se subió al ‘ring’ para pegarse, dialécticamente claro, nada menos que con el gobernador del Banco de España. Ahí es donde aparece la osadía. Desconozco los detalles del bagaje intelectual y de los conocimientos económicos de la vicepresidenta Díaz, pero me consta que los del señor Hernández de Cos son sólidos, además de que se apoya en el servicio de estudios más prestigioso del país. Uno de los pocos a los que nadie discute sus conclusiones. Bueno, miento, nadie no, ella sí lo hace. Y sabe usted que el gobernador no está de acuerdo con la subida de las pensiones en base al IPC pues considera que esa decisión agravará el desequilibrio de sus ya de por sí deterioradas cuentas. En realidad, más que discutir la opinión, Yolanda Díaz le ha dado información. Algo así como: el Gobierno ha decidido actualizar las pensiones con los precios y ya está. Al que no le guste que se aguante. Creo que aquí actúa como la política populista que es. No se trata de hacer lo que se debe, se trata de contentar a quien se necesita. Su voto, vamos.

No crea que esta vez me ciega la odiosa ideología liberal. Me ciega solo la aritmética, que me lleva a darle la razón al señor De Cos. Lo digo porque, por ejemplo, me parece bien el aumento pactado -¡con Bildu!- mediante el cual se van a subir las pensiones no contributivas un 15%. Yo subiría todas las bajas, que en este país son muy bajas, y metería al resto en el saco del pacto de rentas, que tanta falta nos hace para torcer el brazo de la inflación y tan poco entusiasmo muestra el Gobierno para intentarlo. Claro que, con elecciones en curso, ¿quién se atrevería a hacerlo?.