IGNACIO CAMACHO, ABC – 24/08/14
· El silencio del mundo musulmán es mucho más peligroso y relevante que el de nuestro izquierdismo a la violeta.
Lo malo que tienen las masacres de agosto es que suelen pillar a la progresía en el chiringuito y con la guardia baja. Entre la modorra del tinto de verano y la música de Enrique Iglesias a todo volumen, los activistas de opinión de la izquierda se quedan amuermados y no les llega el eco de la barbarie islámica. Los del EI además degüellan a cuchillo y crucifican a mano alzada; si al menos hicieran ruido como los cañonazos israelíes en Gaza seguro que despertaban la conciencia biempensante de nuestros guardianes de la ortodoxia ideológica. Pero en cuanto éstos vuelvan de la playa se van a enterar los del PP. Porque como todo el mundo sabe –y por si algún despistado lo desconoce lo ha explicado en Twitter una minerva del equipo de Pedro Sánchez– la culpa de «lo» de Irak la tiene Aznar por haberse hecho una foto en las Azores.
Quizá por eso callan también, y esto tiene bastante más importancia, los Gobiernos islámicos, principales concernidos por el avance del califato ultraintegrista. Ese silencio corporativo es mucho más peligroso y relevante que el habitual doble rasero del izquierdismo a la violeta. Demuestra la falta de cohesión del mundo político musulmán, la inexistencia de un «Islam moderado» y, de fondo, el acomodamiento cobarde o complaciente ante la yihad violenta.
No cabe esperar condena de la Siria en que combaten los radicales o del Qatar que los financia –sí, el del Mundial de 2022, el de las camisetas del Barça–, ni de los estados fallidos que implosionaron en la frustrada primaveraárabe. Pero sí de Jordania o de Egipto, regímenes de tradición equilibrada, de la Turquía de la OTAN, de la Arabia Saudí y los sultanatos aliados de los Estados Unidos –que se creen por ahora a salvo de la ofensiva– o incluso de un Irán directamente amenazado por el fundamentalismo suní. Es a ellos a quienes afecta en primer grado la amenaza del EI y su proyecto expansionista, y serán ellos los siguientes en sufrir su implacable designio exterminador.
Cabe recordar que, al final de la civilización romana, fueron los conflictos entre las naciones bárbaras los que empujaron a las tribus más próximas a presionar sobre las fronteras del Imperio. Y si Occidente no es capaz de articular la resistencia del mundo árabe menos fanático se encontrará de bruces frente al empuje de un yihadismo que, a diferencia de Al Qaida, dispone de organización estructural y territorio físico en el que asentarla. Pero América considera el asunto demasiado lejano y Europa carece de una opinión pública cohesionada.
El buenismo europeo, bajo cuya acogedora sociedad abierta se incuban células de asesinos, prefiere discutir sobre los rasgos humanitarios de la legislación fronteriza. Y mientras despacha con simplezas de chiringuito el genocidio iraquí no ve brillar los cuchillos que siegan cuellos de infieles al otro lado de la cada vez más débil muralla.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 24/08/14