EL MUNDO – 02/10/16
· El líder del PSOE dimite tras perder la votación en la que propugnaba la celebración de un congreso en noviembre. Una gestora controlada por Susana Díaz dirigirá el partido. La reunión duró 13 horas con graves incidentes.
El PSOE andaluz, que cada vez tiene más peso en el partido, los barones críticos –seis de los siete presidentes autonómicos–, los dirigentes históricos, las federaciones más importantes, los fieles a Eduardo Madina y numerosos líderes socialistas tumbaron ayer a Pedro Sánchez en un bochornoso Comité Federal. Sánchez tenía enfrente a más de medio partido. Había conseguido el apoyo de las bases con su resistencia numantina a las críticas internas y por su imposible deseo de encabezar un Gobierno del cambio que llegó a convertirle en febrero en el candidato a presidente. Sin embargo, no pudo contener la ofensiva que empezó tras el desastre de los comicios vascos y gallegos ni siquiera con su última huida hacia adelante: la convocatoria ya de un congreso.
El Comité Federal del PSOE de ayer –bochornoso en todos los sentidos– demostró que Pedro Sánchez tenía ya enfrente a más de la mitad del poder orgánico del partido, en una situación insostenible. Pasadas las 20.00 horas, perdió la votación de su congreso extraordinario con primarias en tres semanas por 25 votos: 132 noes frente a 107 síes. Si no hubieran dimitido los críticos de la Ejecutiva y hubieran podido votar (tres sí pudieron porque son secretarios generales autonómicos), habría cosechado 14 noes más: una gran diferencia de 39 personas sobre un censo de 253.
Las cifras demuestran por qué Sánchez no podía encabezar un «Gobierno del cambio», como él decía, y por qué carecía de autonomía en la dirección del partido. Como decía a sus más próximos, se sentía «maniatado y vigilado». El poder institucional y orgánico del PSOE estaba completamente contra él.
No sólo era la poderosa presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que le empujó hasta la Secretaría General en julio de 2014 para frenar a Eduardo Madina. Los presidentes de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page; Extremadura, Guillermo Fernández Vara; Comunidad Valenciana, Ximo Puig, que ayer adoptó un tono conciliador; Aragón, Javier Lambán, y Asturias, Javier Fernández, se conjuraron para derribarlo y lo consiguieron en seis días tras el desastre electoral del domingo en Galicia y País Vasco.
Díaz perdió muy pronto la confianza en él y, definitivamente, lo hizo en diciembre de 2014. Tras este alejamiento, la falta de autocrítica de Sánchez, el encadenamiento de derrotas electorales, su mala relación con gran parte del partido y, sobre todo, su desafío final apelando a la militancia provocaron que sus enemigos internos decidieran descabalgarle el pasado miércoles, cuando forzaron la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva.
Sánchez decidió entonces enrocarse y resistir hasta el final. Por eso, a sus críticos les costó sangre, sudor y lágrimas derribarle. Para conseguirlo, utilizaron todas sus armas: Felipe González como un misil el miércoles, Alfredo Pérez Rubalcaba el viernes o Zapatero, en silencio, pero siempre ahí, colaboraron para descabalgarlo.
Sánchez mantuvo ayer el apoyo cerrado de varias federaciones, especialmente el PSC, el PSE y Baleares, unos respaldos totalmente insuficiente frente al arrollador frente de los barones.
Además, la propuesta de convocar unas primarias exprés, con el partido roto por la mitad, convenció a algunos indecisos, que pensaron que una confrontación interna ahora podría destrozar más aún un PSOE ya en ruinas.
Una de las batallas del interminable Comité Federal de ayer –estaba convocado a las 9.00 horas y a las 23.00 aún no había acabado– fue el voto secreto. Desde por la mañana, Ferraz intentó que los 253 delegados –entre ellos la parte de la Ejecutiva que no dimitió, incluido Sánchez– votaran en urna y en secreto. Fuentes de la ya ex dirección explicaban que los delegados regionales están muy controlados por sus secretarios generales y que la presión desaparece cuando el voto es en urna.
Tras horas de negociaciones entre la presidenta del Comité Federal, Verónica Pérez, por los críticos, y el secretario, Rodolfo Ares, por la dirección, llegaron a una propuesta a la que Pérez se oponía –la mesa del Comité contaba con dos sanchistas frente a ella–. Decidieron que el órgano sometiera a votación convocar un congreso extraordinario con votación de la militancia el 23 de octubre para elegir nuevo líder. Unas primarias a las que Sánchez había anunciado que se presentaría. Él siempre estuvo convencido de que tenía el apoyo de la militancia.
Sin embargo, cuando se estaba discutiendo sobre el voto en urna, miembros de la dirección las sacaron de detrás del escenario y se produjo el episodio más bochornoso del Comité Federal. El sector de Sánchez colocó las urnas por sorpresa y sin avisar cerca de las 18.00 horas. Y Sánchez y la Ejecutiva empezaron a votar. En este momento, numerosos delegados críticos empezaron a gritar y a increpar a la dirección: «¡Pucherazo!», «¡tramposos!». Fuentes de varias federaciones hostiles a Sánchez explicaron que los afines al secretario general empezaron a votar sin que fueran controlados por la mesa y sin que nadie comprobara cuántas papeletas metían en la urna.
El incidente encendió los ánimos hasta el máximo y Susana Díaz llegó incluso a llorar al denunciar que «¡están matando al PSOE!». Los críticos consideraron que la votación estaba siendo «ilegal» porque se estaba haciendo fuera de todos los controles del partido.
Algún dirigente próximo a Sánchez reconoció que le había sorprendido esta actitud, que provocó la interrupción de la votación y una importante algarada interna, con gritos histéricos incluidos, según los presentes. A partir de ese momento, los críticos comenzaron a repartir impresos para pedir una moción de censura –basta el 20% de los miembros del Comité–. Según sus fuentes, recogieron más de un 50%.
En ese momento el Comité Federal se quebró por completo y de forma irreconciliable. El dirigente de Izquierda Socialista José Antonio Pérez Tapias abandonó asqueado la reunión y denunció que «el PSOE está roto». Tras el tumulto y otras dos horas de negociación, la dirección accedió a que la votación se realizara finalmente por llamamiento –de viva voz–. En ese momento, fuentes oficialistas lamentaron que Sánchez había perdido. «Los delegados se deben a los barones y ya no se atreverán a votar contra ellos», explicaron. La votación final arrojó 132 votos contra Sánchez y 107 a favor. El secretario general, que había afirmado que dimitiría si el Comité Federal tumbaba su propuesta, renunció.
El dirigente madrileño intervino ante el Comité para anunciar su dimisión y prometió «apoyo leal» a la gestora que desde ahora dirigirá el partido. Tras su intervención, hizo una breve comparecencia ante los periodistas y sin preguntas. Una alocución en la que dejó en el aire si renunciará a su escaño en el Congreso y si optará a las próximas primarias –seguramente en 2017– para intentar recuperar las riendas del PSOE. La inminente formación de una comisión gestora que dirija el partido –la dirigirá el presidente de Asturias, Javier Fernández– conllevará también cambios en la dirección del Grupo Socialista en el Congreso.
EL MUNDO – 02/10/16