ABC 07/07/14
IGNACIO CAMACHO
· El perfil de los candidatos del PSOE es el reflejo de su exilio del poder: se ha quedado sin cuadros con experiencia
EL Partido Popular va a perder en 2015 poder municipal y autonómico por una sencilla razón: porque tiene demasiado. En 2011 le tocó la bonoloto de una oleada de fobia social antizapaterista que no se produjo cuando el entonces presidente gastaba con irresponsable alegría sino cuando dejó de hacerlo. Beneficiado por aquel cabreo torrencial el centro derecha se hizo con doce comunidades y la mayoría de los grandes municipios; la ciudad más grande que le quedó al PSOE fue Zaragoza. Eso no se va a repetir. No se repetiría ni aunque el Gobierno de Rajoy gozase de un índice de aceptación muy superior al que tiene. El PP puede ganar de nuevo las elecciones locales en términos absolutos, en votos totales a escala nacional, pero no volverá a tener tantas alcaldías y con toda seguridad habrá alternancia en algunos gobiernos regionales. Por cálculo de probabilidades, es prácticamente imposible obtener dos veces seguidas el premio gordo.
Aquella abrumadora victoria territorial de hace tres años tuvo el efecto positivo de permitir que el ganador de las posteriores generales dispusiera de una amplia base hegemónica para imponer la dura política de ajuste y estabilización de la economía. Pero a cambio expulsó al PSOE a una relativa marginalidad política que ha perjudicado la estabilidad del bipartidismo. Un partido de Estado como el socialista necesita de cierto arraigo institucional cuya falta se ha notado en su andadura de los últimos años. La socialdemocracia se ha quedado sin apenas cuadros dirigentes con experiencia de gobierno y el perfil de los candidatos al liderazgo muestras las consecuencias de ese exilio de poder: salvo un breve carguito provincial de Pérez Tapias, ninguno de ellos ha gestionado siquiera una concejalía de festejos.
La alarma de los populares ante la posibilidad de palmar en algunas plazas importantes es lógica, pues, pero tampoco dramática. A ningún agente político le gusta perder y por tanto les cuesta comprender que el poder no siempre es el bien absoluto. Sin embargo desde un punto de vista de conjunto puede resultar hasta beneficioso un reparto más equilibrado de las responsabilidades públicas; si Susana Díaz ofrece ciertas garantías de anclaje frente a veleidades adanistas es porque preside una comunidad de gran peso específico. Por todo eso conviene modular con tacto cualquier tentación de reforma precipitada del procedimiento electoral, que tiene el riesgo de no ser entendida sino como un convulso movimiento autodefensivo.
Eso sí, el futuro líder del PSOE tendrá que retratarse de inmediato. Desde el día siguiente a su proclamación quedará emplazado a aclarar si está dispuesto a asaltar instituciones de la mano de la izquierda radical. Y a poner sus bazas sobre la mesa porque los ciudadanos, esos en cuyo nombre se pide una profundización democrática, tienen derecho a conocer todas las reglas del juego.