Los de Euskal Telebista tienen razón

LIBERTAD DIGITAL 10/03/17
JESÚS LAÍNZ

· Animamos desde aquí al gobierno de la nación a que siga permitiendo y financiando la cadena para que continúe con su benéfica labor de fomento de la alta cultura.

Han provocado cierto revuelo las manifestaciones despectivas hacia los españoles recogidas en un programa de Euskal Telebista de la semana pasada. Paletos, palurdos, mongólicos, ignorantes, ridículos, ésos son los epítetos que podrían resumir la visión que la cadena del PNV ha querido transmitir a través de las declaraciones de los entrevistados. En el resto de España no se lo han tomado demasiado bien, lo que nos parece injusto, pues convendría tener en cuenta algunos datos para poder juzgar el asunto con ecuanimidad.

El primero de ellos es que, como enunció a principios del siglo XX Engracio de Aranzadi, discípulo dilecto de Sabino e introductor del nacionalismo en Guipúzcoa, los vascos constituyen «la aristocracia del mundo, la nobleza de la Tierra».

Como es lógico, esta condición aristocrática provoca una notable diferencia de capacidad intelectual entre vascos y españoles, como explicó, también por aquellos días, su correligionario José Antonio Arriandiaga:


 Meditemos como vascos que somos, porque precisamente por pertenecer a la raza de mejor y mayor meditación que hay en el mundo podemos meditar con acierto, y no como esos productos ibero-celto-fenicio-griego-godo-árabes que aún están por saber lo que es meditación.

Treinta años después, al lendakari Aguirre –muy querido por sus aliados socialistas y con estatua en el centro de Bilbao– no le quedó más remedio que constatar que el español es un «pueblo inferior» y que «la ruindad y la esterilidad espiritual» son «producto del contagio español».

Javier Arzalluz, ya en nuestros días, abundó en la cuestión al recordar: «Nunca encontraréis vascos míseros en la literatura de aquí, ni granujas como hay tantos en la literatura castellana, pícaros que están a ver cómo engañan al de al lado». Tómese nota: la novela picaresca como emanación de la inferioridad moral de los españoles.

Ya lo dejó claro el maestro Sabino, así que poco más hay que añadir: España es la «nación más degradada y abyecta» y la «raza más vil y despreciable» de Europa. En cuanto a las diferencias morales, para resumir, frente al vasco inteligente y hábil, el español es corto de inteligencia y torpe; frente al vasco laborioso, el español no vale para nada; frente al vasco nacido para ser señor, el español lo ha hecho para ser siervo; frente al vasco caritativo, religioso y fiel, el español es avaro, impío y adúltero; frente al vasco casto, el español es de natural fornicador; y frente al vasco proverbialmente aseado, el español es poco dado a cambiarse el calzoncillo.

Por lo que se refiere a las características físicas,


gran número de los maketos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad.

Pero no se deben malinterpretar las palabras del bueno de Sabino, pues, como explica el PNV en su página web,


con mucha frecuencia se ha presentado a Sabino Arana como un persona polémica, intransigente, dotado de una especial aversión hacia lo español, incluso se le ha llegado a tachar de racista. Nada más lejos de la realidad.

Además, hay que tener en cuenta que Sabino no estaba solo en la constatación de estos evidentes hechos biológicos. El antropólogo Telesforo de Aranzadi, por poner un ejemplo autorizado, escribió acerca de la posición de la cabeza sobre la cerviz, que

en el tipo vasco es entre todas las razas humanas la más diferente de los cuadrúpedos. Es decir, la postura de la cabeza y la forma general de la quijada es en el vasco la menos animal de las existentes.

Con el paso del tiempo la ciencia iría confirmando la especialidad vasca, como recordó Javier Arzalluz en una entrevista concedida a El País el 30 de enero de 1993:


Primero anduvieron los antropólogos con su craneometría; luego vinieron los hematólogos con el Rh de la sangre; siempre encontraban alguna especificidad entre los vascos. Ahora vienen los biólogos con el monogenismo y neomonogenismo. Esto es, que esta sociedad de la que formamos parte viene de una única pareja. Los biólogos andan con eso de que la sangre de los primeros que vinieron a Europa hace 15.000 años sólo se encuentra en los vascos.

Un par de años antes, en 1991, el jesuita Txomin Iakakortexarena publicó un libro, El Rh negativo de los vascos, en el que explicó esta sangrienta peculiaridad:

(…) un tesoro que el Creador nos ha ofrecido a los vascos y que nos distingue de todas las demás razas del mundo, una sangre limpia sin el Rh positivo sanguíneo del mono, sangre pura que nos diferencia de todas las demás razas y que por herencia desde hace 50.000 años antes de Cristo lo vamos recibiendo (…) No es pues pequeño honor y privilegio para los vascos esta sangre limpia y pura del Rh negativo, sin mezcla del Rh positivo del mono, porque podemos creer que ello nos cataloga como los primeros habitantes de Europa.

Para preservar la personalidad de pueblo de tan límpida prosapia, el nacionalismo no ha escatimado esfuerzos. Por ejemplo, Arana ya consideraba en 1895 que la «síntesis y personificación de las aspiraciones» del «viril pueblo» euskeriano no era otra que la boina, prenda que, lamentablemente, también habían empezado a usar los maketos. Pero hasta en esto hay diferencias:


¡No cubre lo mismo la cabeza de un maketo como la cabeza de un euskeldún! En la cabeza de un maketo, oprime su nuca y sus sienes como para contener las pérfidas concepciones de su cerebro cuando es oportuno ocultarlas; y se aboveda sobre su frente para encubrir la hipócrita expresión de su frente y su mirada; y se prolonga en forma de pico de ave de rapiña, como signo de la rapacidad y voracidad de su villano temperamento. En la cabeza de un maketo, y encima de aquellos traicioneros ojos y aquella nariz tacaña, se ciñe y ajusta como el maketo oprime y estruja al pueblo que cae en sus garras.

Algunos malos vascos han lamentado esta afición del nacionalismo por las esencias rurales en todas sus vertientes, incluso las más caricaturescas. Este fue el caso de Unamuno, quien denunció que los nacionalistas

están intentando ruralizar Bilbao, es decir, descivilizarlo. Entre muchos de sus hijos jóvenes está hoy en boga hacerse los aldeanos; beben, cantan, y aborrecen, en el fondo, la cultura.

Si hace un siglo, como propuso el artículo recién mencionado, se consideró a la boina una «prenda del uniforme nacional», hoy es más bien lo que va debajo el elemento uniformizador, como demuestran tantos militantes –y militantas– nacionalistas con sus clónicos peinados. Pero el objetivo es el mismo: mostrar desde el primer vistazo la pertenencia a la aristocracia del mundo.

Pero, una vez más, tuvo que venir Unamuno a incordiar con su incomprensión del alma vasca:


Agradecen mucho ciertos individuos el que les declaren de una raza superior, pues esto les exime del esfuerzo por superiorizarse individualmente.

Olvidemos, sin embargo, las palabras del ignorante rector de Salamanca y quedémonos con los ejemplares testimonios ofrecidos por televisión. Poco caritativos, probablemente, pero la verdad es la verdad por ingrata que nos parezca a los mongólicos españoles.

Por todo esto, y dado que Euskal Telebista (Euskal Telebestia para los amigos) es una cadena pública pagada con los impuestos de todos, animamos desde aquí al gobierno de la nación a que siga permitiendo y financiando la cadena para que continúe con su benéfica labor de fomento de la alta cultura.