LUIS VENTOSO, ABC – 20/12/14
· Un periódico ha destapado cómo se lava el cerebro desde Siria a niñas occidentales.
Cuando empezó a ponerse de moda el llamado pomposamente «periodismo de investigación», el legendario y socarrón director de un periódico gallego, parapetado tras una cortina de ironía y el humo de un purazo, solía rezongar lo siguiente: «¿Periodismo de investigación? ¡Pero si aquí no investiga ni la Guardia Civil! Como mucho, alguien te trae un dosier».
Hay excepciones. Ahí está, y disculpen que tire para casa, el trabajo sostenido en el tiempo de este periódico para desmontar todo el tinglado de los ERE del PSOE, el mayor desfalco de nuestra democracia (a la espera de que los industriosos Pujoles asombren con algún nuevo Do de pecho). Pero en general tenía razón aquel director vitriólico. La mayoría de las exclusivas son filtraciones. Algún ministro hay que filtra con tanta vocación y en tantas direcciones que debería figurar ya en nómina como freelance de varias cabeceras. Los periódicos, que se empecinan erróneamente en anticipar sus propias honras fúnebres, siguen constituyendo un elemento imprescindible para una atmósfera democrática. No recuerdo ahora mismo exclusivas memorables de los chiringuitos digitales con vitola de airear tremebundos secretos cada media hora. Pero sí recuerdo que los vetustos periódicos han derribado a dos corruptos presidentes de la República en la Alemania de Merkel (y a seis de sus ministros), a dos ministras de Japón en octubre y a un ministro de Cameron en septiembre. Una revista de vieja escuela fue también la que pilló a Hollande de paquete en la vespa rumbo al tálamo pirata.
La información de calidad y alta relevancia es muy cara. Exige el respaldo de editores éticos y solventes, equipos amplios y especializados y tiempo para perderlo (que es ganarlo) buscando noticias. Pese a todos sus problemas, los grandes periódicos continúan siendo las únicas organizaciones capaces de asumir con solvencia tal envite, tanto en el soporte antiguo, el papel, como en el nuevo, la web.
Ayer «The Times», el decano inglés, volvió a demostrar el plus único que aportan los diarios. En un alarde de periodismo de investigación del de verdad, sin necesidad siquiera de calarse unos tirantes, han conseguido demostrar con dos redactoras infiltradas que Estado Islámico está enviando dinero a Londres desde el califato con toda la facilidad, a fin de pagarles pasajes a Siria a las adolescentes británicas fanatizadas que quieren convertirse en «novias de la yihad», las esposas-esclavas de los terroristas. El reportaje destapa también el uso de las redes sociales como mecanismo de lavado de cerebro radical. Vuelve a poner colorados a los colosos de Palo Alto, que siguen cobijando al crimen en sus plataformas.
Eso sí: las reporteras necesitaron tres meses para tender la celada a los terroristas y poder hilvanar toda la historia. ¿Lo podrían haber hecho estando dedicadas al periodismo taquicárdico de subir cada diez minutos un textito a una web con la última sensación del instante? Tal vez sí, poseyendo el don de la ubicuidad del juez Ruz. Pero en principio, no parece.
Periódicos, periodistas y buenos editores. Pues claro que sí.
LUIS VENTOSO, ABC – 20/12/14