IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Bildu puede ganar porque Sánchez ha permitido su normalización completa sin el paso de renunciar a su siniestra herencia

El PNV puede perder las elecciones vascas del día 21, en votos, en escaños o en las dos cosas, pero es improbable que pierda también el poder porque su salida de Ajuria Enea podría dejar la legislatura española muy comprometida. Bildu no hará caer a Sánchez si no le ayuda a alzarse con la ‘lendakaritza’, pero los sabinianos sí se atreverían y en todo caso no parece buena idea, vistos los precedentes, tentarlos a un ejercicio revanchista. Les favorece que el sistema autonómico de investidura, que impide votar en contra de un candidato, evita el bloqueo; a Imanol Pradales, independentista con ocho apellidos castellanos, le bastará el apoyo de los socialistas para formar gobierno con o sin ellos. Otra cosa es que a falta de mayoría absoluta pueda ejercerlo, y en esa tesitura el PP quizá tenga que decidir entre hacer de pagafantas más o menos selectivo o cohabitar con la liga posterrorista en una oposición a cara de perro, a sabiendas del coste de cualquiera de los dos supuestos.

Suele decirse que estos comicios no son sistémicos porque el País Vasco no lo es a efectos de población, fiscales, de PIB o incluso parlamentarios, por más que el nacionalismo acostumbre a sacar enorme rédito de sus escasos diputados. Otra cosa sería si las dos fuerzas soberanistas sumasen su amplia masa crítica de respaldo para emprender juntas un proceso de desbordamiento estatutario, conjetura poco presumible por la escasa compatibilidad de sus respectivos electorados pero nunca descartable en la dinámica plurinacional de este mandato. Ante un movimiento de esa clase, en paralelo a la escalada reivindicativa de los separatistas catalanes, el sistema sí quedaría severamente amenazado por una ofensiva combinada contra los fundamentos constitucionales. Ése es el peligro de la política sanchista de ir tirando a base equilibrios inestables que colocan al Estado a merced de todo tipo de chantajes.

Fuera del plano hipotético, el único manejable hasta el recuento, existe una certeza y es que Sánchez ha permitido a Bildu una normalización completa sin pasar por el requisito de renunciar a su siniestra herencia. Su blanqueo moral y su integración exprés en el bloque ‘progresista’ por el procedimiento del borrón y cuenta nueva les facilitan presentarse en su tierra como una simple fuerza radical de izquierdas, con un programa social que camufla la cuestión que de verdad le interesa: la excarcelación de los presos de ETA. «Son los de siempre», dijeron ayer sus rivales directos, los antiguos recolectores de las nueces de la violencia que ahora miran con recelo a esta Batasuna reconvertida porque siente su aliento de cerca mientras envejece el electorado tradicional, el de la gente ‘de orden’ apegada a un carlismo de Dios y leyes viejas. Pero el PNV también es el de siempre, el que cuando vio su hegemonía en riesgo no dudó el suscribir el infame pacto de Estella.