- Ni obispos ni ceoes. La sociedad civil que le planta cara a Frankenstein está en otra parte. Medio centenar de asociaciones impulsa una tímida reacción contra el sanchismo
«¿Y el Madrid, qué?», preguntaba el paisano del anuncio. «¿Otra vez campeón de Europa?». ¿Y la sociedad civil, qué?, cabría preguntarse ahora. ¿Sigue en Babia?.
En vísperas de este jueves negro del Congreso, en el que Sánchez quedó entronizado como el caudillo de «los que nos queremos marchar de España» (Otegi dixit), dos entidades con vocación de referencia renovaron sus respectivas cúpulas. La Ceoe, que optó por el continuismo y la Conferencia Episcopal, que movió una pieza mirando a Bergoglio. Dos instituciones que en su día tuvieron voz, protagonismo e influencia social, convertidas ahora en minúsculas irrelevancias.
‘Los del puro’, como los llama Pedro Sánchez, con esa sutileza que impregna ahora sus intervenciones, es decir, los empresarios alineados en la CEOE, evitaron las sorpresas y se volcaron con su actual presidente, Antonio Garamendi (Guecho, Vizcaya, 64 años), quien arrolló a Virginia Guinda (Barcelona, 48 años) con un 83 por ciento de los votos. «Uno de cada siete socios me ha votado», proclamaba la dama vencida, una ambiciosa titella lanzada a la contienda desde las filas de Foment, que lidera Josep Sánchez Llibre, virtuoso representante del ‘nacionalismo de los negocios’, ilustre trapisondista y experimentado comisionista, apoyado torpemente por medios y comunicadores de muy sucia trayectoria. Lo que viene siendo la Cataluña del pujolismo, xenófoba y corsaria, más viva que nunca y con más poder que siempre.
¿Qué se le ofrece, señor Sánchez? ¿La contrarreforma de las pensiones?. Sea. ¿La subida del Salario Mínimo? Ahí va. ¿El palo a las cotizaciones de los autónomos? Como esto
Garamendi, colmillo retorcido, habilidad maniobrera, ha bloqueado el retorno al poder de la CEOE de la oscura mafieta catalana, que ya tuvo a un Rosell al frente, atrabiliario personaje que visitaba en la cárcel a los golpistas que dirigen ahora el devenir político de España. Deberá Garamendi rescatar a su organización de la ardiente nimiedad en la que está sumida, de sus contradicciones internas y su descacharrada incertidumbre. Su anterior mandato fue la representación práctica del entreguismo a los dictados de Moncloa. ¿Qué se le ofrece, señor Sánchez? ¿La contrarreforma de las pensiones?. Sea. ¿La subida del Salario Mínimo? Ahí va. ¿El palo a las cotizaciones de los autónomos? Como esto.
La Ceoe se ha convertido en un ente átono, superfluo, insignificante, manejado por los grandes del Ibex y alejado del angustiado mundo de los empresarios y emprendedores que se la juegan cada día para levantar el cierre de su negocio y que conforman ese objeto de saqueo al que Emejota Montero persigue con obstinación. En tiempos de José María Cuevas, tales cosas no pasaban. La Ceoe mostraba otra actitud, firme y beligerante. Su directorio, de todos los colores políticos (decían ‘sensibilidades’), era de otra estirpe, la que defiende con entereza su independencia y huye del mercadeo de zoco magrebí. ¿Acabará Garamendi con su etapa de meliflua docilidad?
Hay más gente en las clases de yoga que en misa de doce. La Iglesia en España se ha convertido en una anécdota menor, un elemento insustancial, prescindible
De lo material a lo espiritual. La Conferencia Episcopal, que todavía existe, ha remozado también este miércoles parte de su cimborrio y ha elegido como secretario general y portavoz a César García Magán, hasta ahora obispo auxiliar de Toledo. Ante esta novedad, cabría decir lo del crítico: «Douglas Sirk ha estrenado su última película. ¿Para que?» ¿Alguien conoce el nombre del anterior? ¿Alguien sabe quién es el actual presidente del gobierno de la Iglesia española? ¿Queda algún católico en la sala? Hubo prelados notables en tiempos pretéritos. Añoveros, de un lado; Rouco, del otro. O el tan llorado Carlos Amigo, un intelectual brillante e íntegro.
Imprimieron nervio y fervor a su grey. Estos Omella y Osoro de ahora viven atemorizados por el peronista del Vaticano, encogidos por la reverberación mediática de la pederastia y obsesionados con no hacer ruido. Hay más gente en las clases de yoga que en misa de doce. La Iglesia en España se ha convertido en una anécdota menor, un elemento insustancial, prescindible. Revive eb Semana Santa en forma de exaltación festiva y pare usted de contar. Se han dejado arrebatar hasta la liturgia navideña, los belenes, las cabalgatas, reconvertidas en manifestaciones laicas, en ridículas performances.
Avanza el sanchismo incontenible, sostenido por los dinamiteros de la Transición, frente a una oposición quizás pasmada, unas instituciones amordazadas y colectivos sociales que, como los del puro y la sotana, ha renunciado a su voz crítica, a su protagonismo social, a su papel de crítica y freno a los excesos del poder. Se han convertido en reducto de intereses, cueva de negociantes y predicadores de la nada. Con las consabidas excepciones, aún hay clérigos que creen en Dios o, cuanto menos, en el prójimo.
Es la constancia de que en esta España inerme y zombi, todavía hay espíritus dispuestos a defenderlo que amenaza ruina, la voladura de un régimen de libertades que ha logrado sobrevivir cuatro décadas
¿Y la sociedad civil, qué? Hay rincones de esperanza. Cincuenta asociaciones cívicas, de contrastado arraigo y trayectoria valiente, se han olvidado de celos absurdos para suscribir un prudente manifiesto en pro de la tolerancia,, el pluralismo, en suma, de la democracia amenazada. Se trata de algo más que de un papel desbordado de abajofirmantes y buenas intenciones. Es la constancia de que en esta España inerme y zombi, hay espíritus dispuestos a defender algo tan elemental como la libertad. Con Ceoe o sin ella. Con curas o sin monaguillos.
Algo se mueve. Un leve pálpito, un tímido grito de protesta que debería transformarse en un colosal trompazo en la quijada de este hipertrofiado Frankenstein que ya todo lo devora. No, Sánchez, no. Hasta aquí has llegado. Mayo será tu sepultura.