Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 15/1/12
Decíamos ayer en sentido estricto que el lehendakari había exagerado algo en la relación causal entre su estancia en Ajuria Enea y lo que él llamó el viernes durante una reunión con los altos cargos de su Gobierno “el fin de la pesadilla terrorista”:
Hemos puesto fin a la actividad terrorista de ETA. Hemos terminado con la amenaza permanente y cotidiana. (…)
Hemos logrado en Euskadi nuestro más preciado objetivo: terminar con la amenaza terrorista y recuperar la libertad para todos. (…)
El año 2011 ha sido el año del final del terrorismo. El año 2012 tiene que ser el año del esfuerzo por el empleo en Euskadi.
La primera persona no es un ‘todos nosotros’ inclusivo, que integre los esfuerzos de Gobierno o partidos ajenos al socialismo, como alguien con buena voluntad podría haber interpretado de la lectura de las frases anteriores. Hé aquí el contexto en su totalidad, incluyendo ese portentoso “nos maniató las manos”. ¿Redundancia? No, seguramente al redactor le latían influencias lorquianas: “y los trenes de rosas maniatadas por los comerciantes de perfumes”, había escrito Federico en ‘Poeta en Nueva York’. Después de todo, las manos maniatadas no deja de ser una expresión más lógica que “las rosas maniatadas”, digo yo.
Los socialistas han convertido en lema de gobierno la falacia post hoc ergo propter hoc que servía de título a un comentario reciente. Muy especialmente en relación con el terrorismo. Lo que sucede a continuación de otra cosa, es consecuencia de ella. Así, es posible mantener que la negociación de Zapatero fue un factor fundamental de la victoria sobre ETA, un error táctico y un acierto estratégico, como definió LRA. ETA sufre un proceso de desgaste que ya dura una década y cuyo hilo conductor es la represión policial. En 2001 se frena la escalada terrorista que había costado 23 asesinatos el año anterior, tras la ruptura de la tregua de Lizarra. En 2002, el número de víctimas mortales fue solamente cinco. El asesinato de la niña Silvia Martínez Santiago y del jubilado Cecilio Gallego en Santa Pola, el 4 de agosto, desató iniciativas del Gobierno Aznar y de la Justicia que dieron como fruto la Ley de Partidos en 2002 y la ilegalización de Batasuna por el Tribunal Supremo en marzo de 2003.
No es la negociación la que debilita a ETA, sino la represión que sigue a la ruptura de la misma la que pone en trance agónico a la banda. La detención de la dirección terrorista cinco veces en dos años viene a rematar la faena iniciada años antes y que había dejado muy tocada su estructura. Diga lo que diga Patxi López, “el instrumento más efectivo en la lucha contra ETA ha sido la Guardia Civil”, tal como ha dicho un par de veces Txema Montero, un conocedor, y la Guardia Civil no es una competencia policial en el que tenga jurisdicción el lehendakari. Ojalá ETA se disuelva y sus militantes se arrepientan públicamente de tanta sangre derramada, mientras Patxi López es lehendakari. Pero esa contemporaneidad no es relación de causa a efecto. También podría decirlo un tal Monago: “Acabamos con ETA siendo yo presidente de la Junta de Extremadura”.
Ayer mismo, esa desaparición de ETA que predica el lehendakari volvía a ser desautorizada por los hechos. Tres terroristas detenidos, los tres con documentación falsa, los tres con armas y dos de ellos con un coche robado que tenía matrículas falsas. El otro, Jon Etxebarria, en la foto, es corresponsable del asesinato del gendarme francés Jean Serge Nèrin. Él no se ha arrepentido de aquello y sus colegas, los del coche robado, ni siquiera han confesado todavía su verdadera identidad. Visto así es cierto que el problema vasco es un conflicto de identidad: el que plantea la identidad falsa de los terroristas. El momento en el que todos estén detenidos y las Fuerzas de Seguridad conozcan sus verdaderas identidades, se habrá resuelto.
Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 15/1/12