- Nos cuentan la historia al revés, salvando la cara a los genocidas yihadistas, mientras tratan de imponer una dictadura digital en Europa que impediría llevarles la contraria
Ante la voracidad competencial de los vonderlayanos, notamos cómo se resquebrajan los cimientos de la política democrática tal como la conocemos, la única teóricamente admisible en el club europeo, la que constituye requisito para aspirar siquiera a acceder a él. Durante décadas, el club se debatió entre dos tendencias consideradas incompatibles, o, más exactamente, imposibles de materializar a un tiempo: o bien se incorporaban más países, o bien se profundizaban los lazos entre los miembros. El advenimiento de un puñado de nuevas democracias en Europa tras la desaparición de la URSS (los que dejaban de ser satélites de la gran potencia comunista, más los nuevos Estado soberanos desgajados de ella) condujo a la realización simultánea de los dos objetivos, rompiendo aquella larga y sesuda polémica: se incorporaron nuevos miembros y se profundizaron los vínculos.
El cambio de nombre reflejaba la ambición federalista: estábamos en una Unión Europea, no ya en una Comunidad, ni mucho menos en una simple Comunidad Económica. La historia trae casos sonados de desmantelamientos arancelarios entre Estados que acaban formando un solo ente soberano. Piénsese en el Zollverein alemán. Lo que se inicia en la década de los años treinta del siglo XIX, acaba en la unidad de Alemania a principios de la década de los setenta del mismo siglo. Con la victoria sobre Francia como traca final del proceso. La humillación francesa, con o sin victoria formal final, será una constante histórica. De atender a la célebre y contrastada tesis de Keynes, es la rencorosa voluntad de desquite francés en Versalles, en 1919, exigiendo indemnizaciones y reparaciones draconianas, causa de la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, está fuera de duda que sí causó la hiperinflación alemana, que a su vez creó las condiciones para la gran tragedia. Queda para la consideración de cada cual si «la causa de la causa es causa del mal causado».
Para el orden de posguerra nacerán la ONU, la Declaración de Derechos Humanos, el principio de que las fronteras europeas no se pueden alterar, la Guerra Fría, la disuasión nuclear, y un proyecto capaz de lograr que Alemania y Francia dejaran de guerrear. Muchas mentes brillantes que explicaron aquel orden asisten hoy, extraviadas, a un devenir que no encaja en sus esquemas. Algunos son autores con grandiosos estudios temáticos. Pienso en Anne Applebaum; tomémosla como símbolo de una vieja constante: el lecho de Procusto. Si la realidad no encaja en sus esquemas, peor para la realidad, que será mutilada o descoyuntada hasta que encaje. Vemos esa misma aberración en la versión que ofrece la UE sobre las terribles matanzas de cristianos, drusos y alauitas en Siria. No por inadaptación intelectual a los tiempos, sino por pura vileza política de una máquina de poder que se ha vuelto ilegítima por su desmesurada expansión competencial, siendo un órgano no electo. Nos cuentan la historia al revés, salvando la cara a los genocidas yihadistas, mientras tratan de imponer una dictadura digital en Europa que impediría llevarles la contraria.