Olatz Barriuso-EL CORREO
- El lehendakari saliente celebró este jueves con su mujer en Durango su 37 aniversario de boda en paralelo al pleno de investidura de Imanol Pradales, en el que se dejó ver sólo a ratos
No están siendo días «fáciles» para Iñigo Urkullu estas jornadas de transición entre el Gobierno saliente que él encabeza y el de un Imanol Pradales ya investido lehendakari. Queda ya sólo la última parada de esta particular travesía del desierto, el traspaso formal de poderes entre los dos jefes del Ejecutivo vasco este sábado en la Casa de Juntas de Gernika. Un acto protocolario y solemne que el político de Alonsotegi espera con ganas para pasar página de manera definitiva y retirarse ya a un «segundo plano» más discreto, menos sometido al escrutinio público, tras encadenar de manera ininterrumpida durante el último cuarto de siglo la presidencia del Bizkai buru batzar, la del EBB y, en los últimos doce años, la Lehendakaritza.
No tanto porque quiera jubilarse de la vida pública o de la orgánica -no hará ninguna de las dos cosas-, sino porque las especialísimas circunstancias en que se ha desarrollado la sucesión y el correspondiente ‘interregno’ han hecho de esta cohabitación una etapa incómoda, enrarecida por la forma en que se conoció -lo desveló EL CORREO en exclusiva- la decisión del PNV de prescindir de Urkullu y por las voces internas que, después, han llegado a pedir su regreso como presidente del partido tras el descalabro electoral en las europeas. Días extraños, o como en la célebre canción de Vetusta Morla que se puso de moda en el confinamiento, ‘Los días raros’.
Este jueves fue uno de ellos. El Parlamento celebraba la sesión de investidura de un nuevo lehendakari, y al saliente no se le veía por los pasillos de la Cámara ni en su escaño cuando quedaban apenas minutos para que arrancara el pleno con la intervención de Pello Otxandiano, de EH Bildu, que también presentaba su candidatura. Urkullu llegó una hora más tarde, a las 10.30, y permaneció en los despachos reservados a los miembros del Gobierno hasta que hizo su entrada en el hemiciclo cuando, pasadas las once, Pradales ya ocupaba su lugar en la tribuna de oradores. Después, volvió a desaparecer y no se dejó ver de nuevo en Vitoria hasta las seis de la tarde.
Ortuzar ensalza su «fecunda» trayectoria y dice que seguirá siendo «un activo de esta gran nación»
¿Dónde estuvo todo ese tiempo? La respuesta es sencilla y sin la épica que rodeó a las especulaciones sobre el paradero de Rajoy en la moción de censura de Sánchez, recordada por la célebre foto del bolso de Soraya Sáenz de Santamaría. En este caso ni había bolso ni censura, pero sí una comida. La de Urkullu, para celebrar con su mujer, Lucía Arieta-Araunabeña, su 37 aniversario de boda. Ambos lo festejaron juntos en Durango, donde viven. Un paréntesis dulce en un día extraño en el que, según fuentes de su entorno, Urkullu estuvo «donde quiso estar», teniendo en cuenta que ya «no era lehendakari a efectos reales». «Entendió que era lo mejor para él, respetando, eso sí, al nuevo candidato». En realidad, Urkullu no quiso pasar por el trance de escuchar las críticas de Otxandiano y del resto de partidos de la oposición al Gobierno saliente «sin poder decir nada y sin posibilidad de defenderse». También quería, apuntan estas fuentes, que Pradales tuviera «total libertad» sin que su presencia le condicionara.
Un collage de fotos
Pasado ya este trago, ayer tocó otra jornada inusual. Un día, en lo político, dominado por la tormenta de rumores en torno al nuevo Gobierno de Pradales y sus consejeros, un ínterin que Andoni Ortuzar aprovechó para hacer público un largo texto en nombre de todos los alderdikides de agradecimiento público a Urkullu por los doce años de «dedicación en cuerpo y alma al Gobierno vasco y a Euskadi entera». La publicación en redes sociales se acompañaba además de un completo ‘collage’ de fotos con algunos de los momentos más intensos de sus mandatos: la pandemia, el Tour de Francia, campañas electorales, el Alderdi Eguna, recuerdos a las víctimas del terrorismo y a las del franquismo, junto al Árbol de Gernika, con Pradales… y fundido en un sentido abrazo con el propio Ortuzar.
No abandonará la vida orgánica del partido: este mismo miércoles dará una charla interna en un batzoki
Una manera de acallar la impresión de que Urkullu se marcha dolido y alejado de quien un día fue una de sus personas más cercanas, hasta el punto de que uno los reportajes que este periódico publicó sobre el tándem se titulaba ‘Bicefalia entre amigos’. Las cosas han cambiado desde entonces, pero Ortuzar quiso ayer reconocer el trabajo de un lehendakari que ha «desgastado la makila» porque «no ha tenido las cosas fáciles» al encadenar la crisis financiera mundial con la que llegó, la pandemia y las guerras de Ucrania y Gaza, con los consiguientes «problemas económicos, sociales y de convivencia» que han acarreado. A todos ellos ha respondido Urkullu, en palabras del presidente del PNV, haciendo gala de su «idiosincrasia personal y política», la de una persona «humanista y de valores», defensor del trabajo «en comunidad» para procurar un lugar «digno» en el mundo para «su nación, la Euskadi que tanto quiere».
Los elogios a su «fecunda» trayectoria, y a la Euskadi «mejor, mucho mejor» que deja tras doce años en Ajuria Enea concluían con la convicción de que el lehendakari saliente seguirá siendo «un activo de esta gran nación que es Euskadi», y de que continuará «dedicado y atento» al país. El vaticinio casa con la intención de Urkullu de encabezar un nuevo proyecto lejos de la política institucional -posiblemente, una fundación para promover a Euskadi en Europa-, pero también con su intención de seguir haciendo vida interna de partido: este mismo miércoles da una charla a los afiliados del batzoki de Algorta.