Tonia Etxarri-El Correo
Se trata de hacerse valer. Es un portazo con mensaje. El veto de Esquerra Republicana de Cataluña a la elección de Miquel Iceta como senador autonómico para que pueda optar a presidir la Cámara alta, según el plan personal de Pedro Sánchez, es un gesto de gran calado. Un mensaje al candidato a presidir el nuevo Gobierno de España: la legislatura, sin la complicidad de los independentistas, será inestable. Si no hay cambios de última hora, los independentistas catalanes romperán con las buenas costumbres al no votar a favor de las candidaturas de otros partidos. Pero, desde que irrumpieron las fuerzas emergentes para orillar al bipartidismo, la política de nuestro país ya nada tiene que ver con lo que era. Ha dejado de darse por hecho que gobiernan los partidos más votados. La cortesía parlamentaria ha sido sustituida por el oportunismo partidista. Ni meros trámites ni guiños de los que tantas veces se benefició, por ejemplo, el PNV cuando no obtenía la representación electoral suficiente como para conformar grupo propio. Jamás se había vetado a un candidato a senador por designación parlamentaria. Pero la crudeza y el sectarismo del ‘procés’ lo ha contaminado todo.
ERC se había mostrado en los últimos años como la cara pragmática del independentismo. Una actitud que le había propiciado un distanciamiento del partido del prófugo de Waterloo.
Pero, a la primera ocasión que ha tenido de cotizar al alza en la bolsa parlamentaria, después de sus buenos resultados electorales en las legislativas del 28 de abril, ha querido mostrar sus dientes. Los independentistas republicanos pueden morder si sus exigencias no son atendidas.
Pedro Sánchez se las había prometido felices cuando creyó que bastaba con señalar con su dedo a Iceta para que el dirigente del PSC resultara ungido como presidente del Senado. Y se ha topado con ERC. No es que a los republicanos independentistas les importe mucho el Senado. Pero quieren escenificar su influencia. Se han sentido ignorados cuando exigían que Iceta fuera a cortejar a sus presos preventivos. Un ‘mano a mano’ con Oriol Junqueras. Por ejemplo. Pero no sólo no ha habido escenas de seducción sino que han tenido que oír, de boca de Sánchez, que no son gente de fiar.
Al afectado Iceta este veto que se concretará hoy en el hemiciclo catalán le parece una «aberración democrática». Pero los cálculos hechos en ERC están a prueba de presiones. Quieren hacer ruido en esta legislatura. Y la primera traca la darán hoy, si no hay cambios, en el Parlamento catalán. Un movimiento que no deja de ser contradictorio. Porque, en el fondo, a ERC le conviene un presidente del Senado dispuesto a tolerar algunas de sus exigencias. Saben que, si dependiera de él, no se va a volver a aplicar el 155 de la Constitución. Y que, con él, avanzarían algunas casillas hacia un referéndum en cuestión de años. Pero quieren afearle a Sánchez sus formas de hacer política tan poco dialogantes, a pesar de lo que predica. Y quieren entonarle el bolero: sin ellos, no es nadie.
Los catalanes sobrevivirán a muchos avatares hasta volver a votar un nuevo Parlamento autonómico. Pero, a la hora de conformar los ayuntamientos, se podrían dar más ajustes de cuentas. Puigdemont, desplazado del epicentro del debate por ERC, también quiere terciar. Referéndum a cambio de estabilidad, le dice a Sánchez. Suena a broma. Pero esto es lo que nos espera.