LIBERTAD DIGITAL 30/06/16
CRISITINA LOSADA
Aquí estamos, otra vez, con el pactómetro en la mano. Cosas del multipartidismo. Y a ver si va a resultar que sólo con el bipartidismo de toda la vida se puede formar Gobierno en España. Eso sería muy lamentable, aunque, a tenor de las primeras actuaciones de los partidos, el pesimismo está justificado. Hay que dar por sentado, sin embargo, que nos encontramos en una fase preliminar en la que domina el teatro. Eso sí, quitando a los inflexibles enemigos del pragmatismo, a los hinchas de cada partido, a los que están en el todo o nada, me da que los votantes españoles no tenemos paciencia para muchas más sesiones de la comedia del veto. Ya se hizo el ensayo general. Ir a terceras elecciones no sólo sería de locos. Sería una estupidez.
Con los resultados de diciembre, había alternativas posibles a un Gobierno vertebrado por el Partido Popular. Entonces, algunos sostuvimos que la mejor opción, o la menos mala –que entre lo malo y lo peor suele elegirse en política–, era un Gobierno de PSOE y Ciudadanos. Esa combinación, de cierta incoherencia ideológica, era en cambio coherente con la mixtura de lo nuevo y lo viejo que salió de las urnas. Frente al voto insurgente, que canalizó Podemos, aquella coalición ofrecía un cambio de gobierno visible y un reformismo anclado en los consensos básicos, tanto nacionales como europeos. No pudo ser.
Era difícil que los otros dos partidos en juego facilitaran tal salida, y se demostró imposible. Contra pronóstico, la repetición electoral favoreció al PP, y perjudicó prácticamente a todos los demás. Del mismo modo que un pequeño descenso en escaños y votos hubiera restado fuerza moral a los populares para pujar por el Gobierno, y también al propio Rajoy para presidirlo, su remontada el 26-J se la proporciona en los dos aspectos. La única alternativa a un Gobierno encabezado por el partido que ha salido reforzado de las elecciones es… bueno, sí, una alianza de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos. Pero es completamente inverosímil. Aparte de inconveniente.
Las combinaciones del pactómetro se han reducido. La gran coalición vuelve a salir al escenario, y tendrá que hacer mutis por el foro como la otra vez. El PSOE está en horas muy bajas, aunque con la respiración asistida que le da mantenerse como segundo partido. Sería sadismo pedir que tome de la manita al PP y se siente con él en el Gobierno. El relativo fracaso de Podemos es eso: relativo. Y salvo que ahora se maten entre ellos, cosa que yo descartaría, sigue siendo un rival de mucho peso. Los socialistas, sencillamente, no se pueden permitir la gran coalición, por más que al PP esto le traiga al pairo o no lo quiera entender. Hasta una abstención parcial tendría algún coste político para ellos. Un coste que quizá tengan que asumir. ¿O preferirán unas terceras?
La otra coalición factible es la que reuniría a PP y Ciudadanos. Suman 169 escaños, siete menos que la mayoría absoluta. Pero dejemos esos siete al margen, porque el asunto peliagudo es si el PP y C’s están por la labor. Ciudadanos afronta dos dilemas. Uno, si facilitar la investidura de un Gobierno del PP y hacerlo con Rajoy como presidente. Dos, si entrar en el Gobierno caso de que aceptara lo primero. El veto a Rajoy es un asunto muy llamativo, aunque por lo mismo secundario. Las condiciones para un acuerdo deberían ser menos simbólicas y espectaculares. Hay que dar menos carnaza y más carne. Y la figura de Rajoy no ha emergido del 26-J más débil.
El segundo dilema tiene mayor importancia y dificultad. Hasta el momento, C’s ha decidido no formar parte de gobiernos que no preside. En Andalucía y en Madrid dio su voto a los respectivos gobiernos de PSOE y PP, poniendo condiciones, pero no entró. El resultado es que tuvo sus quince minutos de gloria, y ahora es invisible. Los aciertos y los errores de la Junta andaluza y el Gobierno de Madrid van a la cuenta del PSOE y el PP. Ciudadanos queda, así, libre de los errores, pero en la imagen pública queda también libre de los aciertos.
No me extrañaría que Andreotti únicamente quisiera hacer una frase brillante cuando dijo que el poder desgasta pero desgasta aún más estar en la oposición. Ahora bien, apoyar a un Gobierno y estar al tiempo en la oposición, ser parte y a la vez no serlo, en fin, ese equilibrismo quizá no desgasta a un partido, pero no le cunde nada. Y corre el riesgo de que los votantes dejen de verlo como un instrumento útil. O estás o no estás. La responsabilidad de lograr los acuerdos para formar Gobierno recae, principalmente, en el Partido Popular. Pero no sólo en él. Tampoco es el PSOE el único otro partido que carga con ella. Ciudadanos tiene su cuota de responsabilidad. Y una oportunidad para estrenarse como partido de gobierno.