EL CORREO 09/06/14
TONIA ETXARRI
· Las exigencias de la izquierda abertzale impiden al lehendakari moverse entre dos aguas
Con una calle en efervescencia, con una agitación permanente forzando el debate entre Monarquía o República, movilizando todos los elementos más emocionales de los ciudadanos, es muy importante saber cómo va a gestionar el Gobierno nacionalista vasco el día después de la cadena humana independentista. Porque la sociedad, si no se acotan bien los terrenos institucionales, corre el riesgo de sufrir las consecuencias de que las grandes decisiones políticas se acaben tomando en la plaza pública, sin respetar el mandato de las urnas. Con el agravante de que la llamada «voz de la calle» está siendo dirigida por organismos colonizados por determinadas opciones políticas que buscan instalarse en los movimientos asamblearios como órganos de contrapoder a las instituciones democráticas.
La emulación de la cadena catalana, que registró ayer una participación de 150.000 personas, según los organizadores de Gure Esku Dago, venía preparándose desde hacía tiempo. Un recorrido de 123 kilómetros entre el País Vasco y Navarra que movilizó 900 autobuses y contó con la colaboración de 2.500 voluntarios. Sus inspiradores de EH Bildu ya dijeron en su momento que querían ofrecer una foto nítida «con la mayoría de Cataluña y Euskal Herria por un camino, y la del Estado, por otro». Como si las comunidades votaran en bloque compacto y la democracia parlamentaria se asentara sobre los territorios en lugar de los votos de los ciudadanos. 150.000 manifestantes. El resto de ciudadanos vascos, 2.028.000, se quedaron en casa o se fueron a la playa, que el día acompañaba.
Esa mayoría silenciosa, como la catalana el pasado 11 de setiembre, viene a demostrar, sin más, que en ocasiones como la de ayer quien calla, no otorga. Quien calla, calla. Y cuando llega el momento de ejercer su derecho a decidir en las urnas, se pronuncian. La foto de ayer nos recuerda que la mayoría de los ciudadanos vascos estaba en otra cosa. Que el grado de movilización independentista en Euskadi no provoca terremotos, a pesar de la agitación propagandística de los últimos meses. El Gobierno vasco se desmarcó de la iniciativa de la cadena humana independentista. Pero sus dirigentes más destacados ahí estuvieron. Echando una mano. También aportando su grano de arena a la asignación de 100.000 euros que la Diputación de Gipuzkoa había concedido para el evento.
El lehendakari, que había logrado salir airoso de la herencia de frustración y división que le había dejado su antecesor Ibarretxe, al moverse en la ambigüedad calculada, jugando entre su deber institucional y su querer partidario, se está dejando llevar por la corriente. Desde que EH Bildu llegó a las instituciones, el PNV ha dejado de ser lo que fue. El lehendakari no está tan presionado por la izquierda abertzale como lo está Artur Mas por Esquerra Republicana de Catalunya, pero los herederos de Batasuna conocen a sus clásicos. Y tantean su punto débil.
Ya les llevaron a su campo cuando lograron que se manifestaran con ellos en favor de los presos de ETA. Y les van marcando la agenda en la causa independentista. El lehendakari, que se había apuntado a un ritmo más lento que el catalán en el desafío soberanista, se está viendo sobrepasado por las circunstancias. En cuestión de un mes, ha pasado de aconsejar el aplazamiento del debate sobre el derecho a decidir en la ponencia parlamentaria a sumarse a una declaración favorable al derecho de autodeterminación. En ese golpe de timón, Egibar, tan contrariado cuando el lehendakari habló de la conveniencia de aparcar debates que dividen y generan frustración, vuelve a sentirse cómodo. No tanto Andoni Ortuzar, pero, al fin y al cabo, es el presidente del PNV. ¿Y el lehendakari? ¿Quién está marcando a quien? ¿Él a EH Bildu o al revés?
Con los votos de las pasadas elecciones europeas, la izquierda abertzale empataría en escaños con el PNV. La traslación de los resultados de los últimos comicios a un Parlamento autónomo no tiene una lectura automática, pero se ha dado un cambio tan importante de tendencia que todos los partidos han hecho sus cálculos. Por si acaso. El desgaste de la izquierda abertzale que auguraba el PNV aludiendo a que su gestión le haría perder votos no se está registrando de momento. Urkullu, que empezó su legislatura queriendo marcar distancias con EH Bildu para evitar un fenómeno similar al catalán, podría pasar por un trance parecido al de Artur Más, sobrepasado ahora por ERC.
Después de la cadena humana de ayer, al lehendakari, si quiere mantenerse tan respetuoso con la legalidad, esos más de dos millones de ciudadanos vascos que no participaron en el evento le darán qué pensar. Ya hemos visto que ha perdido el equilibrio en las últimas semanas en las que la izquierda abertzale le ha ido marcando la agenda. Desde el PP, Laura Garrido hablaba de «una movilización ideada por Bildu a la que se ha sumado el PNV» para emplazar al lehendakari a celebrar un pleno monográfico en el Parlamento vasco sobre el modelo de país que quiere proponer cuando se reforme el Estatuto. Fuera caretas. Desde el partido socialista, Idoia Mendía denunciaba que la televisión vasca se hubiera puesto al servicio de la cadena independentista, lo que consideraba «un escándalo». Si el PNV de Urkullu persigue recuperar la cohesión de la sociedad vasca después de tantos años de violencia, no puede seguir la ruta de los herederos de ETA. Ni debe caer en la tentación histórica de los nacionalistas de competir con Bildu en quién es más abertzale. Esa partida ni le interesa al PNV ni a los ciudadanos vascos.