EL MUNDO 03/08/14
· Recuperan el mando de la izquierda abertzale al haber dejado de temer su ilegalización
El ciclo de lavado parece llegar a su fin. La izquierda abertzale afronta ya la fase de centrifugado para engullir a quienes estos años aportaron el suavizante y el blanqueador. Ahora es tiempo de regresar a la esencia y de que los duros vuelvan a figurar en la primera línea.
Tras dar un paso atrás para ocupar la retaguardia y velar desde ella por la pulcritud del proceso de mutación, los duros de Batasuna han decidido que es hora de volver, de regresar a la primera fila que siempre les correspondió. La izquierda abertzale de siempre, la que lideraron los más ortodoxos de la causa radical, empieza a tomar posiciones.
Los históricos hace tiempo que se preparan para afrontar la fase electoral que se abrirá tras el verano en Euskadi y que fija un horizonte de dos años con una secuencia electoral imparable –municipales y forales, autonómicas y generales–, en el que por primera vez en más de una década la izquierda abertzale volverá a concurrir con marca propia, Sortu. Lo hará sin temor a ser ilegalizada y sin necesidad de buscar acomodo en coaliciones difíciles de gobernar.
Hace meses que los viejos rostros de Herri Batasuna, de Euskal Herritarrok o de Batasuna, que en su tiempo justificaban con quiebros dialécticos imposibles los atentados de ETA o que en algunos casos acumulaban entradas y salidas de prisión, se dejan ver. Joseba Permach, Rufino Etxeberria, Karmelo Landa, Joseba Álvarez, Pernando Barrena, Floren Aoiz… En realidad nunca han dejado de estar ahí, en la retaguardia. Primero, en los años de ilegalización, marcando
el camino que debía seguir la izquierda abertzale, acogida bajo la coalición EH Bildu –que engloba también a EA, Aralar y Alternatiba–. En los últimos tiempos, habían optado además por acompasar el final de la violencia de ETA no sólo con un cambio de discurso, sino también de rostros y de imagen que dieran credibilidad a su transformación. Un deseo, y en parte una necesidad, por la extensión de cargos y militantes contaminados por sus actividades.
Muestra de ello es la elección en 2012 de una hasta entonces casi desconocida, Laura Mintegi, como candidata a lehendakari o de un médico, convertido hoy en alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, o del periodista Martin Garitano para presidir la Diputación Foral de Guipúzcoa. Y así, en decenas de alcaldías y concejalías en las que hace cuatro años el entorno radical optó por aspirantes sin pasado cuestionable, con perfiles más amables, alejados de la retórica de los años de plomo y, por tanto, difíciles de recusar. Este cambio de peones, que desde 2011 ha renovado la imagen pública del entorno radical, ha contribuido, en algunos sectores, a hacer olvidar parcialmente, o al menos diluir, el recuerdo de los duros discursos e imágenes de un pasado oscuro. Esta estrategia le ha reportado resultados electorales incuestionables. Tanto, que incluso han hecho temblar al PNV.
Ahora, con su marca propia legalizada desde junio de 2012, los históricos vuelven a tomar las riendas y el control. Ello requiere desplazar a socios incómodos, como EA o Alternatiba, miembros de la coalición Bildu y con las que las tensiones son crecientes. O desprenderse de portavoces demasiado amables y blancos para la izquierda abertzale de siempre, como es el caso de Mintegi, hasta la semana pasada portavoz radical en el Parlamento vasco. A sus intervenciones también ha regresado la terminología áspera del pasado: el «conflicto político», los «presos políticos», la «represión» o la «venganza».
La decisión es demostrar que siguen ahí. El proceso es sutil, progresivo, pero creciente. Casos como el de Joseba Permach, quien fuera portavoz de HB y Batasuna, son evidentes. Ha dejado su discreción temporal de los últimos años para volver a protagonizar ruedas de prensa, encabezar pancartas y ser imagen recurrente de la izquierda abertzale. Su compañero, Rufino Etxeberria, miembro de la dirección de Sortu, también ha regresado al foco informativo. Más recientemente, Karmelo Landa, otro veterano, ha protagonizado los actos de respuesta a la condena de las herriko tabernas de la Audiencia Nacional de la mano de otro histórico, Pernando Barrena, actual portavoz de Sortu. Esta sentencia, por cierto, plantea para los tres primeros no sólo penas de prisión, sino también de inhabilitación por periodos de seis años.
Este castigo inquieta especialmente dentro del entorno radical, que ve cómo podría frustrarse su intento por situar a sus capitanes generales encabezando las candidaturas de peso al Parlamento vasco (en 2016) o al Congreso (a finales de 2015). Antes, en las municipales de mayo de 2015, personas con un pasado duro también aparecerán en las candidaturas de muchos municipios.
Apenas una semana antes de que se conociera la condena de las herriko tabernas, otra sentencia, dictada por el Tribunal Constitucional rechazaba el recurso de amparo de Arnaldo Otegi por su condena de seis años y medio por el caso Bateragune. Él es el gran líder que ansía la izquierda abertzale, el artífice de la transformación de sus entrañas para acceder a construir la pista de aterrizaje para el fin de la violencia. A Otegi le han reservado el máximo sillón de responsabilidad de la formación, secretario general de Sortu. Está llamado a dirigir el barco, pero su pasado le acecha. Por ahora, además de agotar su pena de cárcel en la primavera de 2016, deberá cumplir un castigo de inhabilitación para cargo público que expira en 2022.
En la izquierda abertzale recuerdan que Sortu ya es plenamente legal, que sus estatutos condenan la violencia de forma explícita y la de ETA en particular y que, por tanto, no hay nada que temer. Por ello, muchos de los aspirantes que resultaron contaminados por figurar en listas anteriores anuladas por la Justicia podrán volver a ser llamados.
ETA y sus presos no se comunican
ETA siempre ha tenido bajo control a sus presos, pero ahora ha perdido la comunicación directa con ellos . Así lo aseguran a la agencia Efe fuentes de la lucha antiterrorista, que destacan que ya no hay un interlocutor oficial desde que la Guardia Civil detuvo a la abogada Arantza Zulueta, la encargada de mantener sobre ellos un férreo control. Desde entonces, los alrededor de 350 presos etarras no reciben información y, según estas fuentes, cada recluso «se busca la vida» para conseguir cuanto antes beneficios penitenciarios.