ABC 24/12/12
El pacto con ERC ha disparado las alarmas entre las patronales, hasta ahora aquiescentes con el «proceso»
Pocos días después de las elecciones catalanas, un importante empresario de la comunidad, a la cabeza también de uno de sus principales foros patronales, participaba en Madrid en una reunión con otros colegas del resto de España. «Aquello fue un chorreo». El trompazo que se llevó Artur Mas y la idea de que ERC volvía al centro del tablero político estaba en boca de todos, y el empresario citado fue recibido, por así decirlo, entre el recochineo y la compasión. «Esto lo acabaréis pagando los empresarios», le decían, en lo que también era un reproche al silencio, cuando no adhesión, de algunos empresarios y patronales al proceso independentista.
EFE Artur Mas en el foro Barcelona, donde pidió al empresariado «no entorpecer el proceso soberanista»
No obstante, las elecciones del 25N y el «pacto por la libertad» junto a ERC han significado un viraje en la actitud de los patronos y directivos hacia el «proceso» y hacia el gobierno de CiU en general: de la adhesión a la distancia, de la actitud expectante al enfado abierto. A diferencia de lo que ocurría hace menos de un mes, ahora hay pronunciamientos y declaraciones a micrófono abierto, pero también, y esto es casi más importante, gestos, reuniones y llamadas discretas pero muy claras, una corriente subterránea que indica que en este proceso hasta 2014, CiU no tiene la complicidad, o al menos la aquiescencia, de la empresa. Junto a ERC, pero en solitario. «El factor diferencial es la incorporación de los republicanos, la imposición de su política económica y la irrevesibilidad del proceso soberanista», se explica desde dentro de una de las patronales catalanes.
Cuando CiU regresó a la Generalitat en 2010, se presentó, más que nunca, como el partido de la empresa (una administración «business friendly», se decía entonces). Los acuerdos con el PP en la senda de la estabilidad presupuestaria daban por enterrada la etapa del tripartito —nefasta desde el punto de vista de los empresarios—, y ponían Cataluña como ejemplo de política de contención en España. «Éramos los alumnos aventajados del ajuste», explica otro empresario que, no es la excepción, prefiere no posicionarse políticamente de manera pública.
Las patronales se alinearon con Artur Mas de manera casi unánime en su demanda de pacto fiscal o, al menos, de mejora de la financiación para Cataluña. Las asociaciones de la pequeña y mediana empresa por descontado (Pimec y Cecot), y hasta Fomento del Trabajo, la histórica patronal de las grandes corporaciones, apoyaron la demanda. Sólo el Círculo de Economía, presidido por el ex ministro Josep Piqué, se mantuvo al margen. Eso sucedía en el arranque de la legislatura. Nadie se imaginaba lo que estaba por venir.
«No ir en contra»
Tras la Diada, y el adelanto electoral, las alarmas se encendieron, pero en general se mantuvo un escrupuloso silencio: Mas no consiguió la adhesión ciega que anhelaba, sí al menos obtuvo el silencio. «No hay que significarse demasiado, simplemente hace falta no ir en contra», les pidió Mas a los empresarios a los pocos días de que el presidente de Planeta, José Manuel Lara, amagase con llevarse sus negocios fuera de Cataluña.
A Mas le hicieron caso, pero el crédito se ha agotado tras el 25N, y la rendición a los postulados de ERC ha hecho cambiar las tornas. Una detrás de otra las patronales, también la Cámara de Comercio, se han ido pronunciando, e incluso aquellas que en su momento apoyaron sin fisuras la apuesta soberanista han prevenido contra la asfixia fiscal y los peligros a que conduce el pacto con ERC. Desde Fomento, además, se ha prevenido contra el riesgo que supone seguir adelante con una consulta ilegal.
En este escenario, las últimas medidas tomadas por el ejecutivo de CiU, en funciones, han causado estupor. La creación de un impuesto para los depósitos bancarios, que se sabe positivamente que no va a tener recorrido alguno por el recurso del Gobierno, se interpreta solo como una manea de contentar a ERC pero a costa de erosionar la credibilidad del ejecutivo y de Cataluña en su conjunto. «Un despropósito», explica otro empresario de la comunidad. Con la empresa dándole la espalda, Mas se queda sin su aliado natural. Solo le queda ERC.