El portavoz parlamentario del PNV se pasea por el Congreso con los recortes de dos entrevistas: unas declaraciones de Zapatero, en 2005, prometiendo que los vascos podrían llegar a ser lo que quisieran, y otra de Ramón Jáuregui, entusiasmado con el proceso de consultas de Québec. Dos muestras del giro de los socialistas sobre los procesos de autodeterminación.
Tras el fracaso electoral, se impone la reflexión para no volver a cometer los mismos errores. El PNV no se encuentra, como el PP, en proceso congresual. Pero su ‘batacazo’ ha sido relativamente mayor que el sufrido por el partido que lidera Rajoy, teniendo en cuenta que ha dejado de ser el ‘número uno’ en Euskadi desde que los socialistas vascos lo destronaron el pasado 9 de marzo. Ésta es su realidad.
Pero las primeras reacciones públicas están chocando con la inercia del lehendakari y sólo los dirigentes críticos parecen tener la llave para desbloquear la situación en el PNV. Por eso, tras una estudiada puesta en escena protagonizada por el diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao, la aparición de Urkullu en Madrid había despertado una inusitada expectación.
Una expectación de cambio que se vio parcialmente frustrada por el mensaje contradictorio del presidente del PNV. «El PNV ha aprendido de Lizarra», decía un Urkullu equilibrista que combinaba, con reconocida habilidad, su identificación con José Luis Bilbao para buscar nuevas fórmulas de gobierno con el PSE, al mismo tiempo que amenazaba al presidente Zapatero con un «choque de locomotoras» en el caso de que no atienda los requerimientos de Ibarretxe en la primera fase de su ‘hoja de ruta’.
Y Urkullu exhibe la imagen de la dureza conocida en la familia nacionalista, ante el temor de que el presidente no atienda sus exigencias. Se agota el tiempo y el PNV se impacienta. Se acerca el mes de junio y el lehendakari tiene previsto convocar, ese mes, el Pleno del Parlamento vasco para celebrar esa consulta que tanta división está provocando en la sociedad vasca.
El presidente Zapatero recibirá al lehendakari en las próximas semanas, pero sin alterar su agenda. De hecho, cuando el presidente del PNV, Urkullu, solicitó entrevistarse con Zapatero, éste ya delegó en José Blanco. Esta va a ser una semana de intercambio de impresiones en el Congreso de los Diputados. Su portavoz parlamentario, Josu Erkoreka, se pasea por el hemiciclo con los recortes de dos entrevistas en su carpeta: unas declaraciones de Zapatero, en 2005, prometiendo que los vascos podrían llegar a ser lo que quisieran y otra de Ramón Jáuregui, entusiasmado con el proceso de consultas de Québec.
Son dos botones de muestra del giro de los socialistas en torno a los procesos de autodeterminación. El PNV, ante las dificultades, le va a poner al PSOE frente al espejo de sus pasados coqueteos nacionalistas. Pero las circunstancias cambian y hay quien se adapta a las nuevas necesidades. No es el caso de Ibarretxe; de momento. No ha reaccionado ni al fracaso electoral de su partido ni a las críticas que le están moviendo el trono de Ajuria Enea desde las filas críticas del PNV.
Pero habrá que esperar a la entrevista entre el lehendakari y el presidente de Gobierno. Mientras se mantiene la incógnita sobre su capacidad de dilatar en el tiempo la ‘hoja de ruta’ en el caso de que se abra alguna expectativa de diálogo entre Ajuria Enea y Moncloa. Pero el planteamiento de una negociación de ‘igual a igual’ se ha descartado ya por los socialistas vascos a los que, sin duda por razones electorales, Zapatero tendrá que conceder mucho protagonismo. Se trata de un delicado juego de equilibrios. En el primer turno, el propio presidente del PNV, a medida que pasa el tiempo, se va dando cuenta de que la propuesta de Josu Jon Imaz sobre la celebración de una consulta, en ausencia de violencia, tiene mayor aceptación popular que la propia ‘hoja de ruta’ de Ibarretxe. Cuando José Luis Bilbao descalificó la consulta, tal como la plantea el lehendakari, le escuchaba un sonriente Ardanza que se atrevió, durante su mandato, a sostener la tesis de que en Euskadi, el conflicto que tenemos no es con el Gobierno de España sino entre nosotros.
Pero, en fin, Ardanza ya está en la reserva y Josu Jon Imaz, al otro lado del océano escribiendo sobre Obama como terapia política. Es el turno de Urkullu y, entre Egibar y el lehendakari, pide públicamente que Zapatero encuentre un «acomodo legal» a lo que Ibarretxe llama «consulta». El presidente del PNV se aferra al mensaje del funcionamiento tradicional de su partido. «La bicefalia es cultura del PNV», decía, para dar a entender que no se enfrentará al presidente del Gobierno vasco.
Pero si él propone un nuevo Estatuto, los críticos deberían ser capaces de presentar una nueva ‘hoja de ruta’ más integradora. Si sus diferencias con Ibarretxe son nítidas, y eso es lo que quiere transmitir a la sociedad, quizás ha llegado el tiempo de la modernidad y de superar, de una vez, la bicefalia entre quien dirige el partido y quien dirige el Gobierno. De lo contrario, Urkullu permanecería sometido al lehendakari.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 28/4/2008