VICENTE VALLÉS-LA RAZÓN
- El Partido Popular ha demostrado en muchas ocasiones su virtuosismo para cometer errores no forzados. Solo en este mes de febrero ha lanzado varias veces la bola contra la red
El Partido Popular ha demostrado en muchas ocasiones su virtuosismo para cometer errores no forzados. Solo en este mes de febrero ha lanzado varias veces la bola contra la red, cuando se daban todas las condiciones para que la hubiera colocado con un golpe certero sobre la línea de fondo, sacando de la pista al gobierno de coalición.
Pudo ocurrir en la votación de la reforma laboral. Pero un poco diligente diputado popular pulsó la tecla equivocada. Y no una, sino al menos dos veces. Pedro Sánchez pudo sufrir la peor derrota desde que alcanzó el poder en la moción de censura de 2018, y la legislatura se le hubiera puesto de cara a Pablo Casado. Por el contrario, el voto extraviado convirtió al PP en el hazmerreír de la izquierda y de la derecha, y salvó a Sánchez, a Yolanda Díaz y a los socios parlamentarios de ambos, que votaron en contra solo por fastidiar, y se llevaron un susto de muerte.
Para insistir en el error, el PP convirtió su victoria en Castilla y León (y la derrota de PSOE y Podemos) en un problema para sí mismo, al no saber qué hacer con su éxito. Y luego, el partido implosionó con los contratos de las mascarillas y las acusaciones de espionaje. Más errores no forzados.
Ahora, el problema para el PP no será, como parecía, el congreso del partido en Madrid. Será el congreso nacional en verano, donde podrían volar los puñales.