EDITORIAL-ABC
- Quien se presentara en las librerías como el gurú de la resiliencia personal se topa ahora con la realidad de que la mayoría de los ciudadanos ve en él a un hombre agotado para seguir siendo presidente del Gobierno de España
Esta cara de la moneda se corresponda con la otra cara, la del juicio sobre el liderazgo político de Sánchez. Esta vez, los ciudadanos no fracturan su percepción de las cosas –personal, por un lado, y política, por otro– y descargan sobre el presidente del Gobierno un análisis propio de fin de ciclo. Los resultados de la encuesta certifican que la estrategia socialista de derivar responsabilidades a otros ha fracasado. Como ayer insistíamos en esta página, en inmigración, red ferroviaria y vivienda, la mayoría de los encuestados no tiene dudas a la hora de identificar al Gobierno central como responsable político y solo endosa esta condición a las comunidades en relación con los incendios. Centrados en Sánchez, vuelven a ser mayoría los encuestados que lo ven debilitado por sus principales acciones políticas, tales como la financiación singular de Cataluña, los ataques a la independencia judicial, el reparto de menores extranjeros, la polarización política, la gestión de los servicios públicos o los planes sobre igualdad o empleo. Incluso, respecto de la posición sobre Gaza son más los españoles que consideran que erosiona al presidente del Gobierno que los que juzgan que lo fortalece. Y lo mismo sucede con los casos de corrupción en el PSOE o los procesos judiciales a su esposa y a su hermano.
Lo que tampoco entienden los ciudadanos es que Sánchez no presente en el Parlamento el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado, ni convoque a los ciudadanos a elecciones anticipadas, que sería lo exigible en una democracia no intoxicada por la obsesión de poder que atenaza al jefe del Ejecutivo, quien pensó que su sitio era una sala de cine en vez de acompañar a su Gobierno en una derrota parlamentaria. Es casi unánime el criterio de que Sánchez debe presentar el proyecto de Presupuestos, aunque también es muy mayoritaria la opinión de que no los aprobará. Poco más se puede decir de un Gobierno deslegitimado por su propia debilidad y por el fallo sistémico de su acción política.
Despreciar a la opinión pública es mucho peor que despreciar a la oposición parlamentaria, porque entraña una negación consciente del fundamento de la democracia, que no se limita a ser un acto electoral celebrado cada cuatro años, sino un procedimiento de continuo control ciudadano de calidad sobre el gobierno. Un control que Sánchez no pasa, básicamente porque ya no confunde a los ciudadanos con su raído disfraz de socialdemócrata.