Pedro Sánchez no sería capaz hoy de llenar ni la plaza de parking de un Fiat 500 en un acto a favor de la amnistía a los golpistas del procés porque una cosa es mentir y tragar ruedas de molino a dos carrillos atrincherado en las redes sociales y en las televisiones amigas y otra muy distinta salir a la calle a dar la cara por Carles Puigdemont.
El PP, que a ratos parece sentirse incómodo en su papel de ganador de las elecciones, casi como si su espacio natural fuera la oposición y estuviera obligado a pedir perdón al PSOE por atreverse a defender el Estado de derecho contra Sánchez, ha convocado prácticamente sin querer a más de 65.000 personas en la plaza Felipe II de Madrid y sus calles aledañas. El éxito no se lo esperaban ni en Génova.
Quizá sí Isabel Díaz Ayuso, con un olfato bastante más fino para eso de la detección del estado de ánimo de los españoles. Pero, desde luego, no en Génova.
Y de ahí que el partido ni siquiera haya instalado un sistema de sonido decente, no fuera que los gritos de indignación contra Sánchez le llegaran a algún votante socialista y le fastidiaran su plácida mañana de domingo. Sobre todo, no hay que distraer al rival mientras derriba la Constitución a cornadas, no sea que ralenticemos su tarea.
Si el PP creyera tanto en sus ideas como cree en las del PSOE generaría cada semana una marea ciudadana como la de hoy domingo. Y si convocara una manifestación frente a Ferraz nos iríamos sin problemas al medio millón de manifestantes. Evidentemente, un partido democrático no puede hacer eso. Y estamos de acuerdo. Pero ¿saben quién sí lo haría y lo ha hecho en el pasado? Efectivamente, el PSOE.
Mediten en Génova acerca de lo que eso implica.
«Feijóo no está hoy aquí porque le avergüenza comparecer con usted» le dijo Sánchez a Santiago Abascal durante el famoso debate a tres en Antena 3 de la pasada campaña electoral. No era tanto vergüenza de Feijóo como miedo a la ósmosis entre PP y Vox en la mente de los votantes socialistas. Aunque quizá algo de verdad había en la afirmación del presidente. Quizá.
Pero al que sin duda alguna le da vergüenza hoy aparecer de la mano de Puigdemont e incluso de Sánchez es al votante socialista, que tragará con la amnistía sólo porque cree que la alternativa a ello es una dictadura de Vox. En realidad, la alternativa a la amnistía de Sánchez es un Estado de derecho de ciudadanos libres e iguales, que es lo que defendía hoy el PP en esas calles a las que el presidente no sale desde hace años.
Que el mensaje de la manifestación ha llegado alto y claro a la Moncloa es una evidencia que comprobaremos en cuanto el PSOE, mañana por la mañana a más tardar, incremente el nivel de violencia verbal contra el PP muy por encima de los tóxicos niveles habituales en él. La pregunta es si el mensaje ha llegado a Génova.
Ojalá lo haga a tiempo para que Feijóo comprenda antes de su sesión de investidura que lo que el votante de centroderecha quiere no es un PSOE sin el guerracivilismo, es decir una socialdemocracia liderada por tipos que sí saben cuadrar un balance, sino un PP capaz de defender los principios liberales y los conservadores como si se los creyera de verdad. Ojalá entienda algún día el PP que lo que los españoles esperan no es la vuelta del PSOE de Felipe González, esta vez escondido tras las siglas del PP, sino un líder.
Y un líder, por definición, lidera. No se contorsiona para no molestar al rival.
El contraste, en cualquier caso, era humillante. Pedro Sánchez en la Fiesta de la Rosa del PSC, la única federación del PSOE que le apoya sin peros (tienen mucho a ganar con la lluvia de millones que le va a caer a Cataluña en breve si llegan a la Generalitat dentro de un año) y Feijóo viendo cómo la calle le pide que se convierta de una vez en el líder institucional, pero también callejero, que la España democrática pide desde hace años. El mitin se lo han hecho los ciudadanos a Feijóo, no Feijóo a los ciudadanos.
El presidente del PP tiene por tanto la petición sobre la mesa. Que la estudie con mimo. Sin prisa, pero sin pausa. Y si la acepta, que lo haga con todas las consecuencias. Con todas. Incluida la de incomodar al votante socialista defendiendo cosas tan polémicas como la legalidad, el respeto a las instituciones y la concordia entre españoles.
Pero que, por dios, no intente ser el líder del PSOE que el PSOE no tiene, pero cree, imagina, se barrunta, que están deseando los votantes del PSOE.
Porque no, señor Feijóo, no lo desean. Están cómodos con lo que tienen. Su problema no es la incomodidad con el PP. Su problema es el contrario: que están cómodos con él. La incomodidad que sí han sentido hoy esos votantes viendo las imágenes de las calles de Madrid abarrotadas de banderas de España se ha de extender a los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes y los sábados. Y el domingo, ración doble. Es esa incomodidad la que hará que le voten al final. No la comodidad.
Porque el PSOE ya tiene líder. Y no se parece en nada a Feijóo. Ese líder, ya digo, no llenaría hoy la plaza de parking de un FIAT 500. Quizá ni siquiera el propio Fiat 500. Si Feijóo no saca conclusiones de eso, nada lo hará ya. Y en ese caso sí que le pedirán muchos que deje paso a otros que sí quieran aceptar la petición que hoy se le ha hecho en Felipe II: la de que sea un líder, no un candidato a la presidencia.