LA RAZÓN, 30/5/12
Tenían seis dispositivos iniciadores de los artefactos explosivos que se colocan debajo de los coches
Madrid- Seis ampollas de mercurio y un kilo de cloratita. Los agentes franceses que revisaban a fondo el automóvil en el que viajaban los presuntos etarras, Oroitz Gurruchaga y Javier Aramburu, responsables del «aparato militar» y de «captación» de ETA, se encontraron con la «prueba del nueve». No se trataba de artefactos para destruir el coche, cuando decidieran abandonarlo, sino elementos que se utilizan para la fabricación de bombas-lapa, una de las armas preferidas de la banda, por la impunidad que da a sus pistoleros y los efectos letales y psicológicos que producen entre los colectivos susceptibles de sufrir atentados. Con las seis ampollas se habrían podido confeccionar tres bombas (dos ampollas por cada una) como las utilizadas para asesinar a dos guardias civiles en Calviá, en julio de 2007.
Dos ordenadores
Según reveló ayer el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en el registro del coche, que había sido robado, fueron hallados, además de las ampollas y la cloratita, dos ordenadores y dos discos duros, que ya están siendo examinados por los expertos de la Policía francesa; siete placas de matrículas galas; y diversa documentación falsa de ciudadanos españoles, italianos y franceses.
Los etarras destruyen cada cierto tiempo los automóviles que roban con el fin de no dejar huellas ni rastros de ADN que puedan identificarlos y utilizan para ello garrafas de gasolina que incendian con artefactos de tipo pirotécnico. El hallazgo de las ampollas y el explosivo no tiene, por lo tanto, nada que ver con la quema de los coches, sino con la fabricación de las bombas-lapa que ETA utilizó por última vez, al menos de momento, en el asesinato de los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá.
Se trata, según fuentes antiterroristas consultadas por LA RAZÓN, de una «novedad inquietante», porque deja claro cuáles son las intenciones de la banda. La supuesta voluntad de abandonar para siempre las actividades terroristas no pasó de ser un anuncio efectuado con fines electorales, para beneficiar a las candidaturas propias, y tratar de evitar la victoria por mayoría absoluta del Partido Popular. Nacionalistas y socialistas pactaron, a través de intermediarios internacionales, un «proceso» con la banda en el que se acordaron una serie de medidas a cambio del citado anuncio de cese armado, entre ellas la libertad de los presos y la salida de la Policía, la Guardia Civil y los Ejércitos del País Vasco y Navarra.
Cerrar el circuito
La ampolla de mercurio tiene como finalidad cerrar el circuito que activa la bomba, que, casi siempre, se esconde en los bajos del automóvil de la víctima, en lugares de difícil detección en un examen visual rápido. Al ponerse en marcha el coche, el mercurio, un buen conductor de la electricidad, se mueve dentro de la ampolla hasta que el circuito de activación del explosivo queda completado y se produce la deflagración.
Las seis ampollas y la cloratita estaban destinadas, según las fuentes consultadas, a la fabricación de, al menos, tres bombas-lapa. Pero podrían ser más, ya que los terroristas guardan explosivo suficiente y otros elementos, en los zulos que la banda mantiene operativos en el sur de Francia.
Al ser Gurruchaga y Aramburu responsables del «aparato militar», no se puede descartar que fueran a entregar este material a otros miembros de ETA, encargados de fabricar las bombas o, incluso, trasladarlo a España para disponer de estos artilugios en territorio nacional, por si, llegado el momento, la banda decide cometer algún atentado como forma de presión al Gobierno.
Tras el asesinato en Bilbao del inspector de Policía Eduardo Puelles, el 19 de junio de 2009, al que un «comando» de ETA colocó una bomba-lapa en los bajos de su automóvil, la Ertzaintza elaboró un manual de seguridad para sus agentes, del que se reproduce una parte en esta misma página. «Buscamos una posible bomba-lapa en el vehículo que se va a usar, y siendo conscientes de que para la colocación de una bomba-lapa es necesario que existan rutinas, tanto en el uso del vehículo como en el lugar de estacionamiento», subrayaba dicho manual, en el que se detallaban las distintas partes de que constan este tipo de artefactos.
Normalmente va alojada en un recipiente de plástico tipo «tupper», envuelto en cinta adhesiva, y, en los dos sistemas de activación se usan ampollas de mercurio. Para anclarlo debajo del coche se utilizan desde imanes, hasta cintas de pegar, o se buscan huecos poco visibles.
En el manual se daban una serie de consejos para poder detectar, a ser posible sin llamar demasiado la atención , si en el coche ha sido colocado un artefacto de este tipo. Incluso, se aportaban fotografías de casos reales, como el ocurrido en julio de 2000, cuando ETA colocó en Durango una bomba-lapa bajo el automóvil de un concejal del Partido Popular.
Cómo impedir la colocación de una bomba
«La mejor manera de actuar ante una bomba-lapa es impedir, o dificultar, su colocación, y la clave para ello es evitar las rutinas en cuanto a los horarios y el lugar de aparcamiento». El manual que elaboró la Ertzaintza para sus agentes deja claro este principio, ya que, según ha quedado demostrado en los últimos atentados, resulta complicado detectar la bomba una vez colocada.
LA RAZÓN, 30/5/12