La Generalidad de Cataluña tiene un poco de lío con los Asuntos Exteriores. No es que sus últimos presidentes hayan sido eminentes estadistas, recuerden a Mas y Puigdemont y ahorremos pormenores y argumentos. Lo último de Puigdemont, las posiciones expresadas en su cuenta de Twitter tras la elección de Donald Trump. El mismo miércoles se ponía jeremíaco en catalán: «Nos tenemos que preparar para una época enormemente complicada e incierta. Todavía más». Sin embargo, seis horas más tarde, enviaba al presidente electo una felicitación en inglés –¿por qué no en catalán?– que decía: «Felicidades a @realDonaldTrump. Espero que la larga relación entre nuestras naciones continúe desarrollándose en los años venideros».
Por la boca muere el pez y algunas especies, por su manera de felicitar. El fundador de lo vasco, Sabino Arana, envió un telegrama al primer ministro británico al terminar la guerra de los bóers, en el que decía: «Partido Nacionalista Vasco felicita Majestad Británica por brillante terminación guerra sudafricana, deseando que aquellos pueblos hallen ventajas bajo suave yugo Gran Bretaña y esperando que soberanía inglesa sea para ellos antes protección que dominación, como para otros igualmente afortunados»
En 1902 había felicitado a Theodore Roosevelt «y a la Federación nobilísima que presidís por independencia Cuba, que supo liberar la esclavitud. Ejemplo de magnanimidad y culto justicia y libertad dan vuestros poderosos estados, desconocido Historia e inimitable para potencias Europa, particularmente latinas».
Esta tentativa dio con sus huesos en la cárcel de Larrínaga, pero el nacionalismo vasco, como tantos años después Puigdemont, ya estaba al plato y a las tajadas. En la Diputación de Álava hay un escudo grandioso de mármol, bronce y esmaltes en el que el Ayuntamiento de La Habana agradece a las tres diputaciones la «organización del tercio de voluntarios vascongados para combatir la insurrección y mantener la integridad nacional». (La insurrección era la de los mambises y la integridad nacional, la de España, supongo que se entiende).
Cataluña necesita un presupuesto para 2017, so pena de prorrogar por tercera vez los de 2014. Por eso, el honorable irrelevante se ha puesto en manos de la CUP, que va a implantar un nuevo impuesto a las grandes fortunas y va a eliminar la deducción por compra de vivienda para rentas superiores a 30.000 euros, que es lo que la diputada Gabriel debe entender por meter mano a los ricos. Si no da resultado, siempre pueden copiar el impuesto revolucionario.
Mientras, el Gobierno francés ha hecho una protesta formal al Gobierno español –naturalmente– por la declaración autodeterminista del Parlamento catalán, que incluye territorios franceses, como el Rosellón. Cuando nuestros nacionalismos se ponen tarascas, incluyendo en sus reivindicaciones Iparralde y Cataluña Norte, siempre nos quedará París.