DAVID GISTAU – ABC – 22/12/15
· Patriotismo o Moncloa. He aquí la encrucijada de Schz, que no sé si encontrará mástil al que atarse.
Después de las citas electorales anteriores contra las cuales el PP chocó como contra los peldaños de la escalera por la que caía, los dirigentes musitaron: «Esto no es extrapolable». La palabra extrapolable, que no es de fácil dicción durante una entrevista en directo, se convirtió en un conjuro para el oficialismo convencido de que la sola intervención de Rajoy bastaría para repeler ese espectro de la derrota que iba clausurando una a una todas las habitaciones como en el relato de Cortázar, «Casa tomada». Si se cruza por la calle con un dirigente del PP, y aprecia usted que a pesar de la precaria victoria lleva estampada una expresión melancólica, piense que ésa es la cara de un extrapolado.
La buena noticia es que se equivocaron aquellos que decían que la sociedad española tenía unas tragaderas que volvían impune la corrupción: los dos partidos nacionales más asociados a ella han recibidos palizas que parecen la penalización a toda una época democrática en la que la prosperidad ocultó una cleptocracia consentida por la misma sociedad que en crisis se enojó porque vio incumplido su contrato de bienestar provisto por el Estado. En verdad se nos han desfondado los grandes paquidermos, porque de lo contrario no se entiende que, con la reducción a 90 escaños –¡sin desgaste de gobierno!– con la que antaño un secretario general del PSOE se habría suicidado en público mediante «seppuku», ahora Pedr Snchz pueda decir que ha «hecho historia» y aspire a la investidura.
Pero ¿a qué precio? Ah. No suelo perder una oportunidad de utilizar el adjetivo fáustico. Y fáustico es ahora mismo el personaje de Schz, que, para gobernar, debería entregarse a un piélago de siglas excéntricas y radicales entre las cuales, a poco que se rasque, seguro que es posible encontrar hasta una representación de los orcos de Mordor. La primera contradicción con el discurso de un partido integrado en el ciclo constitucional del 78 surge con los referéndums soberanistas y con la nación «plurinacional» a la que Iglesias aludió dos veces en cinco minutos, consciente de que el voto independentista lo ha nombrado su delegado en Madrid.
Rivera, que al final es Suárez, sí, pero el del CDS, describió ayer la más sensata de las opciones posibles: abstención propia, investidura del PP, legislatura corta y llena de pactos y de contrapesos durante la cual Rajoy controla su final y la sucesión. Pero Rivera se ha quedado corto de votos para imponer por sí mismo este escenario que probablemente era el favorito de los exvotantes del PP que se fueron con él.
Para lograrlo, se ha puesto a apelar el patriotismo socialista para que se abstenga también. Patriotismo o Moncloa. He aquí la encrucijada (¡fáustica!) en la cual Rivera, el PP, la Bolsa, la UE, las democracias homologables, las corrientes internas del PSOE y la sociedad ornitológica de Nebraska ubican a Schz, que no sé si encontrará mástil al que atarse para evitar atender los cantos que le susurran la palabra Moncloa.
DAVID GISTAU – ABC – 22/12/15