EL CORREO 20/02/13
· Un gendarme llegó a desenfundar su pistola de descargas eléctricas para reducir a ‘Txeroki’ en el suelo, durante el altercado en el juicio de París.
Los diez acusados en el juicio a los últimos ‘generales’ de ETA en París fueron desalojados ayer a la fuerza por orden del presidente del tribunal al que daban la espalda en protesta por la comida, el transporte y otras cuestiones procesales periféricas. Uno de los gendarmes de la escolta, que se emplearon con contundencia para vencer la resistencia de los procesados, llegó a desenfundar su pistola de descargas eléctricas para reducir en el suelo al exjefe militar Garikoitz Aspiazu ‘Txeroki’.
El incidente, uno de los más graves registrados en juicios a ETA en París y sin precedentes cercanos, se produjo a las tres y cuarto de la tarde tras la pausa del mediodía para comer. Ocurrió sólo 24 horas después de que en la misma sala ‘Txeroki’ leyera un comunicado de la banda terrorista, en una «misión confiada por nuestra organización», según dijo, en el que se apostaba por la negociación, se ratificaba la validez del cese de la lucha armada y se lamentaban los daños causados a quienes «sin ninguna responsabilidad en este conflicto sufrieron un daño debido a la actividad de ETA».
Después de esa declaración, que tres representantes de la izquierda abertzale desplazados especialmente al inicio del juicio en París consideraron como «un paso muy importante para la paz», los diez acusados retomaron ayer en la sala de vistas su tono más reivindicativo. Antes de la suspensión de la vista Oihan Barandalla, en nombre de todos los reos puestos en pie, formuló al Tribunal Especial de lo Criminal una serie de cuatro peticiones.
Solicitó autorización para que les fueran entregados los bocadillos que les habían traído sus familiares porque dijo que la comida que les sirven en el Palacio de Justicia «está fría y es incomible». Como el juez Jean-Pierre Ancel, presidente de la sala, hizo un comentario sobre las bondades del pastel vasco, Barandalla le replicó que no estaban para bromas y que era una «cuestión de supervivencia» pues él mismo no había comido nada desde el desayuno a las cinco y media de la mañana en la cárcel.
La segunda demanda consistió en un regreso más rápido a prisión ya que, según dijo, la víspera se habían pasado entre una y dos horas de espera en el interior de los furgones celulares hasta que comenzaron los traslados. En tercer lugar pidió que los presos catalogados como «detenidos particularmente señalados» (DPS) sean esposados con las manos por delante, como los demás, y no por detrás porque «algunos tienen problemas de espalda». Por último, reclamó que cada día los acusados puedan reunirse por turnos unos minutos con sus familiares.
En la reanudación vespertina de la vista, el juez Ancel explicó que accedía al último punto, el único de su competencia, y que los otros tres habían recibido respuestas negativas por par te del mando militar del destacamento de la Gendarmería a cargo del servicio de orden en el Palacio de Justicia. Los acusados reaccionaron poniéndose de pie de espaldas al tribunal, actitud calificada de «burla inaceptable a la Cor te» por el fiscal Jean-François Ricard. «Se les puede dar un café con cruasanes en bandeja de plata por la mañana», ironizó antes de señalar que «ETA sabe perfectamente que esas exigencias no pueden ser aceptadas y lo que buscan es que se diga en la prensa que dan la espalda a un tribunal francés».
La abogada Amaia Recarte objetó que eran «reivindicaciones sencillas» y no pretextos, como había opinado el fiscal. Alegó que «a los corsos» sí les dejan comer bocadillos en un pasillo aledaño a la sala de vistas y que también pudieron hacerlo Mikel Albisu ‘Antza’ y Marixol Iparragirre ‘Anboto’ en su último juicio en los mismos locales. También esgrimió que los DPS habían comparecido ante la jueza instructora, Laurence Le Vert, con las esposas por delante.
El presidente advirtió de expulsión a los acusados si persistían en su actitud e improvisó una suspensión «para calmar los ánimos». Pero, a su regreso, como nada había cambiado, el juez Ancel ordenó la evacuación y los etarras, siempre en pie y de espaldas, comenzaron a entonar el ‘Eusko Gudariak’. Entonces se desencadenó un violento altercado en la ‘jaula’ blindada entre los diez procesados y otros tantos gendarmes, pronto secundados por refuerzos.
En la refriega hubo peleas cuerpo a cuerpo, intercambios de golpes y etarras desalojados a rastras o en volandas sin miramientos. La gresca cobró su máximo grado de virulencia cuando Jurdan Martitegi ‘Arlas’, un mocetón de casi dos metros, se abrió paso a patadas con intención de acudir en ayuda de Luis Iruretagoiena ‘Suni’, de 56 años, que era golpeado ya con las esposas puestas.
Rasguños y contusiones
Instantes después un gendarme desenfundó su pistola reglamentaria de descargas eléctricas y desapareció del campo de visión al agacharse junto a otros compañeros que reducían a un acusado. Cuando el grupo se incorporó se vio a ‘Txeroki’ muy pálido ser llevado por la fuerza mientras gritaba ‘Gora ETA’. A su lado Barandalla continuaba el forcejeo con un par de militares que no lograban terminar de esposarlo mientras otros se ocupaban en la otra esquina de Alaitz Aramendi, la última evacuada. Una treintena de familiares abandonó los bancos del público bajo escolta policial entre gritos de «fascistas» y «torturadores». Este periódico ha podido saber que los presos etarras desalojados presentaban después de la trifulca rasguños, contusiones y arañazos, aunque no lesiones de mayor importancia.
El juicio, que continuó en ausencia de los acusados, se reanuda hoy con la incógnita de saber si el banquillo seguirá vacío o si los diez encausados de ETA volverán a sentarse en él.
EL CORREO 20/02/13