SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO
El gordito rubicundo ha iniciado lo que él y sus golpistas califican pomposamente de huelga de hambre y es en realidad una dieta ligera de 48 horas, bajar unos kilos antes de Navidad mientras se aloja en Montserrat y se apunta a la vía eslovena, cinco docenas de muertos. «Lo que nos queda para llegar al final será dramático», dijo desde Bruselas el chico tonto que le salió a Comín. De momento, lo dramático es que un gobernante incurra en lo que cualquier juez (salvo Estevill y Vidal) calificaría de prevaricación, al purgar al cuerpo de seguridad que manda por haber cargado contra los CDR que se contramanifestaban violentamente frente a Vox y cortaban la AP-7.
Un fantasma recorre España, habría escrito Engels sobre Vox. Casi todos se han aunado para combatir a este fenómeno al que tantos tachan de ultraderechista. Ayer mismo se sumaba el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, que criticaba a PP y Cs, «partidos que se dicen democráticos, pero pueden llegar a acuerdos con alguien que quiere subvertir el orden constitucional y cargarse estos 40 años de sistema democrático». Eso no pasa con EH Bildu, que «es ya parte del sistema».
El partido-guía no pacta con partidos que quieran subvertir el orden constitucional; es el propio PNV quien lo subvierte. La última vez, el 23 de noviembre, cuando el PNV y EH Bildu aprobaron en el Parlamento vasco una moción contra la Constitución, negándose a participar en los actos del 40 aniversario. Denunciaban por anticonstitucional la Carta Magna y exigían que la Jefatura del Estado dejara de estar encarnada en la Corona. PNV y EH Bildu son la esencia del sistema, de ese sistema en el que 15 encapuchados apalearon a un estudiante partidario de la unidad de España, le rompieron el pómulo y la nariz y nada supimos hasta que el herido fue dado de alta en el hospital, cinco días más tarde, y planteó una denuncia que no ha conocido avances sustanciales.
A Santiago Abascal no lo apalearon en la universidad en los años 90 por dos razones: él estudiaba en la Universidad de Deusto y cada mañana acudía a clase protegido por dos escoltas. Él era uno de los jóvenes de Nuevas Generaciones que a raíz del asesinato de Gregorio Ordóñez dieron un paso adelante para afiliarse al PP.
La única ultraderecha que ha habido en España desde la Transición fue la que obtuvo el 2,56% de los votos negativos a la Ley para la Reforma Política. En las primeras elecciones después de la Constitución, el 2,11% que supuso un escaño para Blas Piñar, uno de cuyos portaestandartes, Carlos García Juliá, fue asesino material de los abogados de Atocha. No ha habido más ultraderecha en los últimos 40 años. ¿Y qué es Vox? La reacción de unos españoles hartos ya de estar hartos, como cantaba Serrat, ha sido rotunda en Andalucía, pero empezó mucho antes, cuando Aznar entregó la cabeza de su bautista Quadras porque se la había pedido el padre ladrone, Jordi Pujol. No estuvo mucho tiempo, pero allí empezó todo, cuando los dos grandes partidos de España empezaron a entregarse al nacionalismo.