RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 03/06/17
· Habrá que reconocer que el fin de las últimas glaciaciones no fue consecuencia de la contaminación de los coches.
Prepárensen. La que se aproxima va a ser apocalíptica aunque los hechos no confirmen las tesis de tantos heraldos del catastrofismo. Ayer mismo recogíamos en estas páginas un gráfico del diario «The New York Times» contrastando el crecimiento de emisiones de CO2 si se cumple el Acuerdo de París y si no se cumple.
La contemplación de ese gráfico generaba escalofríos. Mas los datos reales apuntan en otra dirección. Las emisiones de CO2 en Estados Unidos cayeron en 2016 en 145 millones de toneladas por comparación con el año anterior. Y durante los últimos cinco años, cuando no había ni Acuerdo de París ni lo aplicaba el Obama que luego lo apoyó, esas mismas emisiones de carbono se han reducido en Estados Unidos en 270 millones de toneladas. En el mismo periodo, por cierto, China, el primer emisor del mundo, ha incrementado su CO2 en 1.100 millones de toneladas.
La economía de libre mercado norteamericana es la que ha hecho esos progresos. Entre otras cosas gracias al «fracking» que no parece estar causando ninguna de las desgracias anticipadas por los catastrofistas de guardia, pero que a pesar de generar un gas limpio y sin problemas secundarios, es rechazado por el verde y la corrección política.
Los progresos de Estados Unidos se han logrado sin necesidad de someterse a regulaciones internacionales en las que un país que va en la buena dirección es empatado en la mesa de negociación con los países que sí que nos llevarían al desastre si es que es verdad que el hombre tiene capacidad real de influir sobre el cambio climático. Lo que es más que cuestionable. Porque habrá que reconocer que cuando se descongelaron las últimas glaciaciones no fue precisamente por la contaminación de nuestros coches.
Quienes tanto empeño ponen en denunciar las formas autoritarias de Trump –y yo estoy de acuerdo en que las tiene y son criticables– no dijeron ni palabra cuando en septiembre del año pasado Obama firmó el Acuerdo de París saltándose la provision constitucional norteamericana de que un acuerdo internacional de ese tipo debe ser ratificado por una mayoría de dos tercios en el Senado. La pasión de Trump por buscar el choque personal le ha impedido ver la forma más fácil de acabar con el Acuerdo de París: someterlo a esa votación en el Senado. Apuesto a que confrontados con las necesidades de sus electores más de un tercio de la Cámara se hubiera negado a apoyar. Por algo no lo sometió Obama.
En Europa haríamos bien en mirar menos a un Trump aislacionista y reflexionar más sobre nuestros propios problemas. Por ejemplo el empeño en no emplear una energía segura y limpia como la nuclear –con notable excepciones como Francia. La Alemania de Angela Merkel ha incrementado sus emisiones de CO 2 en los dos últimos años gracias a la decisión de cortar con las nucleares y quemar más carbón.
El año pasado el 40 por ciento de la producción energética alemana se generaba a partir del carbón mientras que sólo el 30 por ciento era generado por renovables (solares y eólicas). Y en este contexto no es menor el dato de que los subsidios a la electricidad alemana se han multiplicado por cinco en los últimos cinco años. Y todo eso en el país europeo más conocido por las trampas en materia de emisiones: ¿recuerdan los aparatos de los automóviles volkswagen, que mentían con enorme efectividad sobre las emisiones de sus vehículos diesel? No parece ése el mejor punto de partida para dar lecciones.
RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 03/06/17