La izquierda abertzale repite táctica para agitar las contradicciones internas del PNV. Un solo voto de EHAK impulsará hoy la consulta y abrirá un escenario de confrontación institucional. La historia se repite: Ibarretxe confía en aprovechar esa inercia para reeditar el enfrentamiento entre abertzales y no nacionalistas que le reportó pingües beneficios en las urnas en 2001.
La historia, aunque con matices, se repite. No sólo porque será el entorno de ETA y la izquierda radical los que de nuevo salven la cara a un lehendakari Ibarretxe embarcado en sus sucesivos desafíos al Estado, sino porque el propio inquilino de Ajuria Enea confía en aprovechar esa inercia para reeditar la confrontación a cara de perro entre abertzales y no nacionalistas que le reportó pingües beneficios en las urnas en 2001. Los herederos de Batasuna en el Parlamento de Vitoria acabaron ayer con las especulaciones y confirmaron que las coordenadas del panorama político vasco en los próximos meses serán exactamente las que el jefe del Ejecutivo de Vitoria y la dirección del PNV habían previsto: un escenario de confrontación institucional entre los gobiernos central y vasco que desembocará en unas elecciones autonómicas, en torno a febrero o marzo, planteadas en clave victimista y plebiscitaria. Una cita a la que los jeltzales acudirán conscientes de jugarse a cara o cruz su permanencia en el poder.
Desde hace semanas, PNV, EA y EB habían basado su estrategia de futuro en el convencimiento de que la izquierda radical facilitaría, de un modo u otro, la aprobación del proyecto de ley de convocatoria de la consulta del 25 de octubre que hoy se someterá a debate en la Cámara vasca. Y así será. Perfectamente consciente de que tenía en sus manos el futuro político del lehendakari y hasta el calendario electoral, y tras jugar al despiste para alimentar su protagonismo, el grupo de EHAK desveló por fin ayer que, como ya hizo hace tres años y medio, recurrirá al préstamo parcial de votos para facilitar que los planes de Ibarretxe sigan adelante y, al mismo tiempo, castigarle a él y a su partido por perseverar, a su juicio, en el «marco constitucional».
Los radicales han vuelto a echar mano de la táctica que inauguraron Arnaldo Otegi y los suyos en diciembre de 2004, cuando el Legislativo vasco debatió el llamado Nuevo Estatuto Político, el primer plan Ibarretxe. Entonces, tres de los seis parlamentarios de Sozialista Abertzaleak -otra de las sucesivas marcas parlamentarias de los sucesores de la ilegalizada Batasuna- pulsaron el botón del ‘sí’ para respaldar un «gran acuerdo que permita abrir las puertas para superar el conflicto». La otra mitad del grupo rechazó el proyecto para «no repetir los errores» cometidos con la aprobación del marco estatutario.
La melodía es ahora idéntica, aunque la letra ha cambiado ligeramente. En esta ocasión, será uno solo de los nueve representantes radicales el que vote a favor; un gesto que genera malas vibraciones en el tripartito, que, según las fuentes consultadas, ve con disgusto cómo el mundo de ETA intenta así escenificar su «tutela» sobre el nacionalismo institucional y sus socios de EB. Una losa pesada y difícil de gestionar, por mucho que el presidente vasco, cuya candidatura y liderazgo en el seno de su propio partido se dan ahora por indiscutibles, se jacte de tener «la conciencia muy tranquila». No en vano, en esta ocasión la propia Batasuna -desde Francia, donde aún es legal- y sus sucesores en Euskadi han aumentado el suspense con una crítica frontal y sin concesiones al proyecto, que logró incluso desatar cierto miedo escénico en algunos sectores del Gobierno vasco ante la posibilidad de que la consulta quedase bloqueada no ya en Madrid, sino en Vitoria.
El verdadero rostro
Pero, finalmente, la particular lógica empleada por la izquierda abertzale ha sido la que se temía el PNV. Erauskin no se molestó ayer en disimular que su único argumento para ceder un voto al tripartito es poner en evidencia al partido de Iñigo Urkullu y destapar «su verdadero rostro» una vez que, como es más que previsible, el Tribunal Constitucional prohíba la consulta, que, en consecuencia y como ya ha dejado patente el líder del EBB, no llegará nunca a celebrarse.
EHAK busca así agitar las contradicciones internas de un PNV que se siente, en buena parte, arrastrado por Ibarretxe a una tesitura incierta e incómoda, de la que sin embargo no tiene intención de despegarse ni un milímetro en favor del que considera el bien supremo: la unidad interna. La incomodidad deriva no sólo del lastre ético que supone el respaldo de un grupo incapaz de condenar los atentados de ETA, sino también de las dificultades que a partir de ahora encontrará para moverse en los márgenes de «lo razonable» en la respuesta política que se dé al Estado. Mientras EA presionará para estirar al máximo la goma y pescar en el caldero radical -con toda probabilidad, sin siglas en los próximos comicios-, Urkullu quiere ser extremadamente cuidadoso con las iniciativas que se pongan en marcha para no proyectar una imagen de partido antisistema que ahuyentaría a sus votantes más moderados. La dirección jeltzale es partidaria de responder en el terreno jurídico y aplicar la prudencia.
También preocupan, y mucho, en las filas jeltzales las motivaciones de fondo del entorno radical que, según admiten en privado, pretendería «relegitimar» la actividad de ETA ante su propio mundo e instalar la convicción entre sus bases de que la lucha armada sigue estando justificada frente a un PNV que, según denunció ayer Erauskin, primará siempre el «autonomismo» sobre el soberanismo. Es más: tanto los peneuvistas como sus socios albergan temores sobre una posible escalada de atentados una vez consumadas las actuaciones judiciales contra el plebiscito, y con una izquierda abertzale que da por amortizada su presencia en las instituciones. Según esas interpretaciones, ese mundo habría elegido ya el camino de la ofensiva total y la clandestinidad. Una posibilidad que ya apuntó en su día Josu Jon Imaz, que también contemplaba en su artículo ‘No imponer, no impedir’ una posible tregua en los parámetros de la fallida experiencia de Lizarra.
De cara a la galería, sin embargo, los peneuvistas han optado por el voluntarismo al trasladar justo lo contrario. De hecho, el líder de los jeltzales vizcaínos, Andoni Ortuzar, interpretó el ‘sí’ de EHAK como una respuesta afirmativa a las preguntas de la consulta; es decir, a la posibilidad de que ETA abandone las armas para dar paso a un proceso de negociación entre la banda y el Gobierno central.
EL CORREO, 27/6/2008