Los herederos de Rubalcaba

EL CORREO 14/10/13
TONIA ETXARRI

El secretario general del PSOE se enroca en la batalla sucesoria

El abrazo entre Rubalcaba y Patxi López con el que los dos dirigentes socialistas pretendieron ayer acallar los rumores sobre el penúltimo obstáculo que ha tenido que sortear el secretario general del PSOE, no dejó de ser una imagen para el archivo. Porque los mensajes volvieron a dejar en evidencia que la batalla por la sucesión sigue discurriendo entre bastidores. Rubalcaba se encuentra en pleno proceso de «neutralización de opositores», que los tiene cada vez más numerosos. Por eso, la impaciencia de Patxi López, que ha sido su más fiel colaborador y aspirante a sucederle en el cargo, que cristalizó en un movimiento para promover el adelanto de las elecciones primarias, estaba acusando su imagen de soledad.
Ayer Rubalcaba necesitaba el abrazo de Patxi López para enviar un mensaje a la militancia de que algún barón todavía le apoya. Pero, después del abrazo, el secretario general del PSOE volvió a colocar en su sitio a López al apostar por celebrar las primarias en fechas próximas a las elecciones generales. Calma. Nada de adelantar el proceso, como pretendía, entre otros, el líder del PSE.
Todo lo contrario. Es su eslogan recurrente cada vez que le exigen que no demore más la lenta agonía del principal partido de la oposición. Así le contestó a la líder emergente de Andalucía, Susana Díaz, cuando no descartaba la convocatoria de un congreso extraordinario, y así lo volvió a hacer ayer en Bilbao, frente a un Patxi López que, lejos de cuestionarlo en público, se aferró a la idea de hacer un recorrido sin saltar etapas. «Primero las ideas, luego las personas». Un lema que suena bien en el marco de una campaña electoral, pero que delata precisamente ahora las dificultades que están atenazando a la familia socialista: las ideas.
Quizás el origen del desorden de su proyecto radique en la responsabilidad de un dirigente como José Luis Rodríguez Zapatero, que llegó a confesar, sin sonrojo, que la nación, para él, era un «concepto discutido y discutible». El caso es que, hoy por hoy, no existe en el PSOE, un líder capaz de sintetizar las aspiraciones de la denominada vieja guardia y los renovadores desnortados. Porque el choque entre diferentes proyectos es frontal. Y en este mar revuelto, Rubalcaba quiere seguir ganando tiempo. Con la bandera de la lucha contra el PP, aunque los sondeos de opinión le revelen que el desgaste de los populares no lo capitaliza el Partido Socialista. Ni él, por supuesto, que es, hoy por hoy, uno de los políticos peor valorados por las encuestas.
Que el presidente del Gobierno, a quien le ha tocado afrontar la crisis económica más grave de los últimos tiempos, con una reforma laboral tal cuestionada y con la tasa de desempleo más baja de Europa, baje doce puntos en los sondeos, parece una tendencia irremediable. Pero que el jefe de la oposición descienda hasta diecisiete puntos que le sitúan como el dirigente con menos índice de aprobación, ha encendido todas las alarmas en la familia socialista. En los veteranos, que se han visto reconfortados estos días tras la reaparición mediática del histórico José Luis Corcuera, y en los renovadores, que se entretienen entre las terceras vías catalanas y la reforma de la Constitución.
Rubalcaba quiere seguir. A pesar de que sus herederos le muerden los talones. La sucesora de Griñán en la Junta de Andalucía, por obra y gracia de la investigación judicial sobre el fraude de los ERE, le ha lanzado un borrón de tinta en la foto de familia posando junto al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y proponiéndole un pacto de Estado contra la corrupción. Ni el peor enemigo podía haberle diseñado una instantánea más lesiva. Porque Rubalcaba no quiere moverse de la batalla contra el PP con mensajes dirigidos exclusivamente contra la corrupción que representa Bárcenas, y el disco rayado del «gobierno mentiroso» que no parece que cuaje en los ciudadanos que piensan seguir acudiendo a las urnas.
A pocas semanas de la celebración de la conferencia nacional, el 8 de noviembre, las federaciones del Partido Socialista están midiendo sus fuerzas. Cada vez son más mayoritarias las opiniones favorables al adelanto de las elecciones primarias. Habrá que ver si Rubalcaba sigue resistiendo las presiones internas. Ayer, en Bilbao, una joven militante de Castilla-La Mancha tomó la palabra para decir que el PSOE «no representa la esperanza de cambio. No genera ilusión. Debemos cambiar de arriba a abajo. Necesitamos un liderazgo fuerte, una figura a la que no se le pueda echar en cara nada de gobiernos anteriores». Se lo dijo a Rubalcaba. A la cara. Pero el veterano político está tan acostumbrado a pasar por encima de las tarascadas que no se dio por aludido. Pero reconoció que el proyecto político socialista «está agotado». ¿Sólo el proyecto? ¿ O también él que, a su pesar, pertenece por currículum, a la ‘vieja guardia’?
La cuestión es si Rubalcaba, por su empecinamiento en no abrir la carrera sucesoria, puede estar perdiendo el tiempo que, precisamente, quiere ganar. En este interregno, los candidatos se van diluyendo en la distancia, como Chacón, o perdiendo valor añadido, como López. En el mejor de los supuestos, si Rubalcaba pretende hacer el ‘trabajo sucio’ de la oposición para dejar la vía despejada a sus herederos, puede acabar por quemar a sus alternativas. Y llegar él, sin competidores fuertes a la carrera final. Si esto ocurriera sería el triunfo del aparato en estado puro. Y el fracaso del partido para el futuro.