Habíamos tenido algún barrunto por medio del informe de la UCO en el que se detallaba cómo y en qué plazos tuvo Pedro Sánchez conocimiento del viaje de Delcy Rodríguez a Madrid. Fue cuatro días antes del magno acontecimiento y el portentoso trasvase de maletas de contenido misterioso, aunque muy bien podrían haber contenido las 104 barras de oro. Ábalos le envió una nota a Sánchez en la que daba cuenta de que la vicepresidenta venezolana “viene en privado el lunes. Quiere verme discretamente como continuación del encuentro que tuve con el ministro de Comunicación (que es su hermano). La gestión que acordamos en favor de las empresas españolas ha permitido que Duro Felguera haya cobrado una importante deuda”. A lo que Sánchez responde aprobando el plan con un escueto ‘bien’.
El ministro de Comunicación es ahora presidente de la Asamblea Nacional y trataba de cortocircuitar la relación de Ábalos con la oposición venezolana, que encarnaba Juan Guaidó, con el que se había reunido en alguna ocasión. El hermano de Delcy y el portentoso ministro de Fomento se encontraron en Madrid meses antes de la visita de su hermana y mantuvieron una reunión amable en una terraza, en la que el ministro venezolano expuso a su interlocutor la voluntad de Maduro de tener una interlocución permanente con el Gobierno de Sánchez a lo que el ministro y número tres del PSOE respondió: soy su hombre.
Los dos hermanos Rodríguez eran en realidad tres si contabilizamos en la familia a José Luis, que no veía con buenos ojos lo de Ábalos, no ya con la oposición democrática de Venezuela, sino con Venezuela en general. Rodríguez Zapatero reivindicaba para sí la total relación de España con el régimen bolivariano y la única mediación que admitía era la de Raúl Morodo, aquel tipo que ya nos había engañado a los rojitos buenos cuando era el número dos del PSP y mano derecha de Enrique Tierno Galván, uno de los mayores farsantes que ha dado de sí esta tierra, como dejó claro César Alonso de los Ríos en un libro inapelable, ‘La verdad sobre Tierno Galván’.
Ahora hemos sabido que Morodo, embajador en Caracas sin carrera diplomática, de análoga manera a la que ha hecho de Begoña Gómez una catedrática sin título de licenciada siquiera o de Pedro Sánchez un doctor sin tesis acaba de aceptar un acuerdo con la Fiscalía por diez meses de condena por un delito de fraude fiscal cometido a pachas con su hijo al ocultar a Hacienda los beneficios que obtuvo en el asesoramiento legal y consultoría internacional a Petróleos de Venezuela PDVSA y otras entidades.
Aún dentro del sanchismo hay clases. Morodo no irá a la cárcel pero ha tenido que aceptar una condena siquiera sea con carácter simbólico que no parece que vaya a producirse en el caso de otro fraude fiscal notable, pongamos que hablo del perpetrado por David Sánchez Pérez-Castejón, también llamado Azagra contra la Hacienda Pública.
La Agencia Tributaria remitía en julio a la juez Beatriz Biedma un informe en el que tras una supuesta investigación se concluía que era compatible la residencia de David Sánchez en Portugal con su puesto de alto cargo en la Diputación de Badajoz. Morodo no tiene un hermano con tantas agarraderas.